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  • Desarrollo neurológico en la adolescencia

    Desarrollo neurológico en la adolescencia

    La adolescencia es una etapa de transformaciones profundas, no solo a nivel físico y emocional, sino también en el desarrollo neurológico. Aunque muchas personas asumen que el cerebro de un adolescente ya está completamente desarrollado, la realidad es que este proceso de madurez cerebral se extiende hasta los 18-20 años o más.

    La maduración del cerebro: un proceso de atrás hacia adelante

    El desarrollo del cerebro adolescente sigue un patrón de madurez que va de la parte posterior hacia la anterior. Esto significa que las regiones más primitivas y automáticas del cerebro maduran primero, mientras que las áreas responsables del control racional y la toma de decisiones son las últimas en desarrollarse.

    Uno de los elementos clave en este proceso es la corteza prefrontal, la última región en alcanzar su madurez completa. Esta zona del cerebro es responsable de funciones como:

    • Control de impulsos
    • Toma de decisiones
    • Pensamiento analítico y planificación a largo plazo
    • Regulación emocional
    • Autoconciencia y desarrollo de la identidad

    Dado que la corteza prefrontal aún está en desarrollo durante la adolescencia, es común observar comportamientos impulsivos, reacciones emocionales intensas y dificultades para prever las consecuencias de sus acciones. Esto explica por qué los adolescentes pueden parecer emocionalmente inestables o reaccionar de manera exagerada a situaciones que para los adultos nos pueden parecer triviales.

    Además, esta inmadurez neurológica impacta en su capacidad de inhibición de respuestas automáticas, lo que los hace más susceptibles a la influencia social y al deseo de gratificación instantánea. Esto también puede influir en la toma de decisiones arriesgadas, ya que el cerebro adolescente prioriza las recompensas inmediatas sobre los beneficios a largo plazo.

    Investigaciones en neurociencia han demostrado que, aunque los adolescentes tienen la capacidad de razonar de manera lógica en situaciones controladas, en entornos de alta carga emocional su juicio puede verse comprometido debido a la activación del sistema límbico, el cual está altamente desarrollado en esta etapa y responde de manera intensa a estímulos emocionales.

    Funciones cognitivas en desarrollo

    Durante esta etapa, varias habilidades cognitivas continúan evolucionando, lo que explica muchas de las actitudes y desafíos propios de los adolescentes:

    • Atención y concentración: Aún está en proceso de madurez la capacidad para mantener el enfoque en tareas complejas o prolongadas, lo que puede influir en su rendimiento académico y en su organización diaria.
    • Capacidad de planificación: Dado que el pensamiento a largo plazo es limitado, los adolescentes suelen tomar decisiones basadas en el presente sin evaluar completamente las posibles repercusiones futuras.
    • Memoria a corto plazo: Aunque su capacidad de aprendizaje es rápida, la retención de información y la gestión de datos a corto plazo pueden verse afectadas por factores como la fatiga o el estrés emocional.

    Impulsividad y tendencia a la acción

    Uno de los fenómenos más notorios de la adolescencia es la tendencia a actuar antes de pensar. Esto se debe a que las estructuras cerebrales involucradas en la recompensa y la búsqueda de placer, como el sistema límbico, están hiperactivas en esta etapa, mientras que los mecanismos de autocontrol aún están madurando.

    Este desbalance explica por qué los adolescentes:

    • Pueden tomar decisiones impulsivas sin considerar plenamente sus consecuencias.
    • Son más propensos a asumir riesgos.
    • Experimentan cambios de humor intensos y reacciones emocionales que pueden ser exageradas.

    Si bien estos comportamientos pueden ser desafiantes, también son parte del proceso natural de crecimiento y exploración.

    El desarrollo de la identidad y la autoconciencia

    A medida que los adolescentes comprenden mejor el mundo que los rodea, también inician un viaje interno para descubrir quiénes son. Esta etapa es clave en la construcción de su identidad y personalidad.

    Los adolescentes suelen cuestionarse aspectos fundamentales sobre su identidad y su lugar en el mundo, como adultos podemos ayudar a los adolescentes a reflexionar a través de preguntas como:
    •   ¿Quién soy y qué quiero llegar a ser?
    •   ¿Cómo me relaciono con mi entorno?
    •   ¿Qué valores y creencias realmente me representan y cuáles provienen de mi familia o sociedad?

    Guiarlos en este proceso de autoexploración es clave para su desarrollo emocional y social. Aunque puede generar dudas e inseguridad, también les brinda la oportunidad de fortalecer su autoconocimiento y construir una autoestima más sólida.

    Acompañando el desarrollo neurológico del adolescente

    Dado que la madurez del cerebro no ocurre de un día para otro, los adultos pueden desempeñar un papel clave en el acompañamiento de este proceso. Algunas estrategias útiles incluyen:

    • Fomentar el pensamiento crítico y la reflexión: En lugar de imponer reglas sin explicación, incentivar el debate y la búsqueda de soluciones razonadas.
    • Enseñar habilidades de regulación emocional: Ayudar a los adolescentes a identificar y gestionar sus emociones de manera saludable.
    • Brindar apoyo y paciencia: Comprender que los errores y la impulsividad forman parte del aprendizaje.
    • Favorecer hábitos saludables: Un sueño adecuado, alimentación balanceada y ejercicio físico pueden contribuir al desarrollo cerebral y mejorar su bienestar emocional.

     

    El desarrollo neurológico en la adolescencia es un proceso fascinante y desafiante que influye en la manera en que los jóvenes perciben el mundo y toman decisiones. Acompañarlos con comprensión y guiarlos en la construcción de su identidad les permitirá desarrollar las habilidades necesarias para una transición saludable hacia la adultez.

  • El gran desafío de ser padres y madres primerizos

    El gran desafío de ser padres y madres primerizos

    Ser padre o madre por primera vez es una experiencia transformadora, llena de emociones intensas, amor incondicional y, al mismo tiempo, grandes desafíos. A menudo, la llegada de un bebé trae consigo una serie de dificultades que pueden generar estrés, cansancio extremo y dudas constantes sobre si se está haciendo bien el papel de padre o madre.

    Problemas más habituales en la crianza primeriza

    1. Estrés y cansancio extremo

    Las noches sin dormir, el llanto del bebé y la constante atención que requiere pueden llevar a un agotamiento físico y mental. La falta de sueño afecta el estado de ánimo y la capacidad de tomar decisiones, lo que puede hacer que los padres y madre se sientan desbordados.

    1. Acumulación de tareas

    Las responsabilidades aumentan drásticamente: alimentación, pañales, visitas médicas, limpieza del hogar y, en muchos casos, el regreso al trabajo. La sensación de no llegar a todo puede generar ansiedad y frustración.

    1. Dificultad para conciliar el sueño

    No solo el bebé interrumpe el descanso, sino que la preocupación constante y la sobrecarga mental pueden hacer que los padres y madres tengan dificultades para dormir incluso cuando el bebé descansa.

    1. Miedo a estar haciéndolo mal

    Es común que los padres y madres primerizos se cuestionen cada decisión: ¿Está comiendo suficiente? ¿Por qué llora tanto? ¿Deberíamos seguir esta recomendación o la otra? Este miedo puede llevar a un estado de alerta constante y agotador.

    1. Búsqueda de información en redes sociales

    En la era digital, las redes sociales y los foros están llenos de consejos sobre crianza, pero la sobreinformación puede ser contraproducente. Las comparaciones con otras familias pueden generar más inseguridad y estrés.

    1. Falta de tiempo en pareja

    El tiempo en pareja suele reducirse drásticamente. Las noches románticas se convierten en madrugadas sin dormir y las conversaciones giran en torno a las necesidades del bebé. Esto puede generar distancia emocional.

    1. Diferencias en los estilos educativos

    Cada persona trae consigo su propia historia familiar y visión sobre la crianza. Esto puede generar conflictos en la pareja, especialmente si no se establecen acuerdos claros sobre cómo educar al bebé.

    1. Comparaciones y la carga mental de quién hace más

    Uno de los conflictos más habituales es la percepción de que uno de los dos progenitores está asumiendo más responsabilidades que el otro. La crianza es un trabajo en equipo y la distribución de tareas debe ser equilibrada para evitar resentimientos.

    Mitos sobre los estilos de crianza

    Existen muchos mitos en torno a la crianza que pueden generar confusión y culpa en los padres y madres primerizos. Algunos de los más comunes son:

    • “No cojas al bebé en brazos porque se acostumbra”: La realidad es que el contacto físico es fundamental para el desarrollo emocional del bebé y fortalece el vínculo afectivo.
    • “Déjale llorar para que aprenda a calmarse solo”: Los bebés no tienen la capacidad de autorregularse en los primeros meses, por lo que atender su llanto es fundamental para su bienestar.
    • “El colegio es peligroso y crea dependencia”: El colegio, practicado de manera segura, puede favorecer el descanso del padre/madre y el bebé, además de reforzar el apego.
    • “Debe dormir solo desde bebé para que sea independiente”: La independencia no se construye a través de la separación forzada, sino mediante una relación de confianza y seguridad.

    Es importante informarse y tomar decisiones basadas en la evidencia científica y en lo que funcione mejor para cada familia.

    La importancia del apego seguro

    El apego seguro es la base del desarrollo emocional y psicológico del bebé. Se construye a través de interacciones consistentes y sensibles con los cuidadores principales. Para fomentar un apego seguro, los padres/madres pueden:

    • Atender las necesidades del bebé de manera sensible y constante, respondiendo a su llanto y necesidades emocionales sin temor a ‘malcriar’.
    • Ofrecer contacto físico y cercanía, ya que el contacto piel con piel, las caricias y los abrazos refuerzan el vínculo afectivo.
    • Proporcionar rutinas predecibles, lo que ayuda al bebé a sentirse seguro y confiado en su entorno.
    • Favorecer la expresión emocional, validando las emociones del bebé y evitando frases como “no llores” o “no pasa nada”.
    • Ser modelos de regulación emocional, ya que los bebés aprenden de sus cuidadores cómo gestionar el estrés y las emociones.

    ¿Cómo puede ayudar la terapia?


    La terapia psicológica puede ser un gran recurso para los padres y madres primerizos, ayudándolos a gestionar mejor el estrés, la ansiedad y los conflictos de pareja. Algunas de las maneras en que puede contribuir incluyen:

    • Aprender a manejar la ansiedad y el cansancio mediante estrategias de regulación emocional y organización del tiempo.
    • Fortalecer la comunicación en pareja para encontrar acuerdos en la crianza y evitar discusiones recurrentes.
    • Desarrollar expectativas realistas sobre la maternidad y paternidad, comprendiendo que la perfección no existe y que cada familia encuentra su propio camino.
    • Evitar la sobrecarga mental aprendiendo a delegar y compartir tareas de manera equitativa.
    • Conectar con el bebé y con uno mismo sin perder la identidad propia ni la relación de pareja.

    Ser madre o padre primerizo es un reto, pero también una oportunidad para crecer y fortalecer vínculos. Con apoyo adecuado y una mirada compasiva hacia uno mismo, es posible transitar esta etapa con mayor seguridad y bienestar.

     

     

     

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    Sandra Ribeiro

    Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

    Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

    Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

    Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

     

     

  • Primeras relaciones amorosas: cómo acompañar a nuestros hijos adolescentes

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  • Las heridas emocionales de los padres y su impacto en los hijos

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  • Celos o Celotipia: Cuando los Celos se Convierten en Obsesión

    Celos o Celotipia: Cuando los Celos se Convierten en Obsesión

    Diferencias entre Celos y Celotipia

    Los celos son una emoción natural que puede surgir ante la percepción de una amenaza a una relación significativa. En un nivel moderado, pueden ser manejables y no interfieren significativamente en la vida de la persona. Sin embargo, cuando los celos se intensifican, pueden dar lugar a comportamientos posesivos y conflictos importantes en la pareja.

    Por otro lado, la celotipia es un trastorno delirante en el que la persona tiene la certeza absoluta de que su pareja le está siendo infiel, a pesar de no contar con pruebas objetivas. Esta convicción no cambia ni siquiera frente a evidencias en contra, lo que genera un deterioro significativo en la relación y en la calidad de vida del afectado.


    Factores Psicológicos y Emocionales de los Celos

    Los celos pueden originarse en diversos factores psicológicos y emocionales, entre ellos:

    • Baja autoestima: La inseguridad personal puede hacer que la persona perciba cualquier interacción de su pareja con terceros como una amenaza.
    • Experiencias pasadas: Relaciones previas con infidelidades o abandono pueden predisponer a desarrollar celos en nuevas relaciones.
    • Apego ansioso: Las personas con un estilo de apego ansioso suelen tener un miedo constante al rechazo y la pérdida de su pareja.
    • Influencia cultural y social: Los mensajes transmitidos por la cultura y los medios pueden reforzar la idea de que los celos son una prueba de amor.


    Celotipia como Trastorno Delirante

    Según el DSM-5 (manual diagnóstico que utilizamos los psicólogos), la celotipia es un subtipo del trastorno delirante, dentro de la categoría de los trastornos psicóticos, caracterizado por una creencia inamovible de infidelidad de la pareja. Sus manifestaciones incluyen:

    • Vigilancia extrema y espionaje de la pareja.
    • Interpretación errónea de situaciones cotidianas como “pruebas” de infidelidad.
    • Enfrentamientos constantes y acusaciones sin fundamento.
    • Restricción de la autonomía de la pareja, llegando en algunos casos a episodios de violencia.

    La celotipia tiene un inicio insidioso y tiende a la cronicidad. El celotípico tiene los celos como eje central de su vida, comprometiendo gravemente distintas áreas como la vida familiar, social y laboral.

     

    ¿Hubo o No Infidelidad?: La Ruptura en los Acuerdos de la Pareja

    La infidelidad no siempre es un hecho objetivo y definido de la misma manera para todas las parejas. Cada relación establece sus propios acuerdos sobre la exclusividad y el compromiso. La percepción de traición varía según estos acuerdos y el grado de confianza que existe en la pareja. En muchos casos, los celos surgen no solo por la sospecha de una infidelidad física, sino también por la posibilidad de una infidelidad emocional o digital.

     

    El Concepto de Confianza en Sí Mismo y en el Otro

    La confianza es un pilar fundamental en cualquier relación. No solo implica creer en la fidelidad de la pareja, sino también en la propia capacidad de afrontar una posible ruptura o traición. Las personas con una buena autoestima tienden a gestionar mejor la incertidumbre, mientras que aquellas con inseguridades profundas pueden experimentar celos constantes, incluso sin razones objetivas.

     

    El Desarrollo de la Autoconfianza y la Confianza en el Otro

    1. Experiencias tempranas: Nuestra autoconfianza se forma en la infancia a través de la validación y el apoyo que recibimos de nuestras figuras de apego. Si crecimos en un entorno donde nuestras emociones y capacidades fueron reforzadas, es más probable que desarrollemos una sensación de seguridad en nosotros mismos.
    2. Éxitos y fracasos: La confianza en uno mismo se fortalece cuando enfrentamos desafíos y somos capaces de superarlos. Si, por el contrario, nos han sobreprotegido o hemos recibido críticas constantes, podemos desarrollar inseguridad.
    3. Modelos de relación: Nuestra forma de confiar en los demás está influenciada por las experiencias familiares y relaciones previas. Una historia de traición (en primera persona o no) o abandono puede hacer que confiemos menos en los demás.

     

    Los Orígenes de los Celos

    • Biológicos: Algunas investigaciones sugieren que los celos tienen una base evolutiva, relacionada con la protección de la pareja y la descendencia.
    • Sociales y culturales: La forma en que interpretamos los celos está influenciada por las normas culturales. En algunas sociedades, los celos son vistos como una prueba de amor, mientras que en otras se consideran un signo de inseguridad y/o de falta de respeto hacia la pareja.
    • Psicológicos: Como mencionamos, la autoestima, el apego y las experiencias pasadas juegan un papel clave en el desarrollo de los celos.

     

    La Historia del Apego en los Celos

    El tipo de apego desarrollado en la infancia influye en la forma en que una persona experimenta y maneja los celos. Algunos puntos clave incluyen:

    • Apego seguro: Tienden a confiar en su pareja y en la solidez de la relación.
    • Apego ansioso: Experimentan miedos intensos de abandono y necesitan constantes pruebas de amor.
    • Apego evitativo: Pueden mostrar desconfianza y distanciamiento, evitando la vulnerabilidad emocional.

    Riesgos y Consecuencias de la Celotipia

    • Para la persona afectada: Aislamiento social, ansiedad, depresión y deterioro del bienestar psicológico y, en algunos casos, riesgo de agresión física o emocional.
    • Para la pareja: Sensación de asfixia, estrés, miedo y, en algunos casos, riesgo de agresión física o emocional.
    • A nivel legal: En casos extremos, la celotipia puede derivar en violencia de género y denuncias legales.

     

    Abordaje y Tratamiento

    • Terapia psicológica: La terapia ayuda a identificar pensamientos distorsionados y modificar patrones de comportamiento problemáticos.
    • Dependiendo de la decisión: La terapia ayuda a procesar el duelo de la ruptura o recolocar y reconstruir la confianza en la pareja.
    • Trabajar la culpa y el arrepentimiento: Es importante trabajar también en el dolor y el sufrimiento de la pareja. Si hubo una infidelidad, puede haber culpa y arrepentimiento por parte del miembro de la pareja que cometió infidelidad.
    • Terapia de Pareja: La terapia ayuda a la pareja a hablar sobre la infidelidad y a desarrollar los nuevos acuerdos de lealtad en la pareja si deciden permanecer juntos. Si, por el contrario, la pareja o uno de los miembros decide romper la relación, la terapia ayuda en una separación sana, a la comunicación a los hijos y/o familiares, a procesar la decisión y el duelo de la ruptura.
    • Estrategias para la pareja: La comunicación asertiva y los límites son clave para evitar la escalada del problema.
    • Intervención psiquiátrica: En la celotipia, el tratamiento psicofarmacológico con antipsicóticos puede ser necesario.

     

    Casos Clínicos

    Caso 1: Celos

    María, de 30 años, ha tenido experiencias previas con parejas infieles. En su relación actual, aunque su pareja nunca le ha dado motivos de desconfianza, María se siente insegura cuando él socializa con otras mujeres. A menudo revisa su teléfono y le pregunta reiteradamente si sigue interesado en ella. Aunque sufre ansiedad, María reconoce que sus celos pueden ser irracionales y está dispuesta a trabajarlos en terapia.

    Caso 2: Celotipia

    José, de 42 años, está convencido de que su esposa le es infiel con un compañero de trabajo. Aunque ella le ha mostrado mensajes y llamadas para demostrar su fidelidad, José sigue creyendo que lo engaña. Ha comenzado a seguirla, instalar aplicaciones de rastreo en su teléfono y confrontarla violentamente. José tenía un estado de hiperalerta con mucha ansiedad, apenas dormía y consumía frecuentemente bebida alcohólica. El problema se ha hecho insostenible. Su esposa decide separarse, ha perdido su empleo y sus amigos se han distanciado. Finalmente, José busca ayuda profesional para afrontar el dolor de la ruptura, pero no era consciente de la celotipia, ya que daba por hecho la infidelidad de su mujer.

     

    La celotipia es un subtipo del trastorno delirante, según el DSM-5, dentro de la categoría de los trastornos psicóticos. La característica principal es la creencia firme y errónea de que la pareja es infiel, sin pruebas objetivas que lo respalden. Esta convicción delirante no cambia, aunque se le presenten evidencias en contra, lo que la diferencia de los celos normales o de la inseguridad en la relación.

    Al ser un trastorno delirante, el abordaje suele requerir la intervención psiquiátrica, especialmente si hay una afectación significativa en la vida de la persona o si se presentan conductas de riesgo (como vigilancia constante, confrontaciones agresivas o incluso violencia). El tratamiento psicofarmacológico puede ser necesario para reducir la intensidad del delirio. Paralelamente, la terapia psicológica con un profesional especializado puede ayudar a trabajar la desconfianza, las distorsiones cognitivas y las emociones asociadas, entre otras cosas.

     

     

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    Sandra Ribeiro

    Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

    Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

    Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

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  • Bullying Escolar: ¿Qué hacer si tu hijo es el responsable?

    Bullying Escolar: ¿Qué hacer si tu hijo es el responsable?

    El bullying escolar es un problema grave que afecta a niños y adolescentes en todo el mundo, con consecuencias emocionales, sociales y académicas tanto para quienes lo sufren como para quienes lo ejercen. A menudo, el enfoque se centra en proteger y apoyar a las víctimas, pero hay una realidad menos explorada que resulta igualmente crucial: ¿qué sucede cuando nuestro propio hijo es quien está causando daño a otros? Descubrir que tu hijo está involucrado en comportamientos de acoso puede ser un golpe difícil de asimilar, generando sentimientos de incredulidad, culpa o miedo al juicio social. Sin embargo, lejos de ser una etiqueta definitiva, este hallazgo es una oportunidad clave para comprender las causas detrás de su comportamiento y tomar medidas para corregirlo. La infancia y la adolescencia son etapas de aprendizaje en las que los valores, la empatía y las habilidades sociales pueden fortalecerse con el acompañamiento adecuado. Como padres, nuestra reacción no solo influirá en el cambio de actitud de nuestro hijo, sino también en su capacidad para desarrollar relaciones sanas y respetuosas en el futuro.

    Factores que pueden contribuir al comportamiento agresivo

    El bullying no surge en el vacío. Detrás de cada niño o adolescente que acosa a otros, hay una serie de factores que pueden estar influyendo en su comportamiento. Comprender estas causas no significa justificar sus acciones, sino identificar las raíces del problema para abordarlo de manera efectiva.

    1. Modelos de conducta en casa

    Los niños aprenden observando. Si en casa se normalizan los gritos, la descalificación o la resolución de conflictos mediante la agresión —física o verbal—, es probable que los hijos internalicen estas conductas como estrategias válidas para relacionarse con los demás. Esto no significa necesariamente que haya violencia en el hogar, pero sí puede haber dinámicas como el sarcasmo hiriente, la burla constante entre familiares o una comunicación basada en la crítica. Además, si los adultos minimizan el impacto de comentarios ofensivos o justifican actitudes agresivas con frases como “así es la vida” o “tiene que aprender a defenderse”, los niños pueden interpretar que la agresión es una respuesta legítima en sus interacciones.

    2. Entorno social y presión de grupo

    El deseo de encajar es una de las fuerzas más poderosas en la infancia y la adolescencia. En muchos casos, los niños participan en actos de bullying no por iniciativa propia, sino para ganar aceptación dentro de un grupo. La dinámica de poder en los entornos escolares puede llevar a que algunos se sientan presionados a intimidar a otros para evitar ser ellos mismos el blanco de burlas o para fortalecer su estatus social. La pertenencia al grupo puede volverse más importante que la empatía hacia la víctima, especialmente si el liderazgo dentro de la clase o el grupo de amigos premia la agresividad como una muestra de fortaleza.

    3. Exposición a la violencia en medios o redes sociales

    En la era digital, los niños y adolescentes están constantemente expuestos a contenidos que pueden reforzar comportamientos agresivos. Videojuegos, series, redes sociales e incluso plataformas de entretenimiento pueden normalizar el menosprecio, el sarcasmo destructivo o la humillación como formas aceptables de interacción. En redes sociales, la falta de consecuencias inmediatas al agredir a otros detrás de una pantalla puede hacer que algunos jóvenes trasladen esta actitud a su vida cotidiana. Además, el cyberbullying ha ampliado los escenarios en los que un niño puede ejercer (o sufrir) acoso, haciendo que la agresión no termine cuando suena el timbre de salida.

    4. Dificultades en habilidades sociales o de regulación emocional

    Muchos niños y adolescentes que ejercen bullying tienen dificultades para manejar sus propias emociones. Algunos pueden reaccionar con agresividad ante la frustración porque no han aprendido otras maneras de expresarse o porque nunca han recibido herramientas para gestionar el enojo o la inseguridad. Otros pueden carecer de habilidades sociales esenciales, como la empatía, la asertividad o la capacidad de resolver conflictos sin recurrir a la intimidación. En ciertos casos, pueden no ser plenamente conscientes del daño que están causando, lo que hace aún más importante el trabajo en educación emocional.

    Identificar estos factores es clave para abordar el problema desde la raíz. Como padres, podemos reflexionar sobre qué dinámicas pueden estar influyendo en nuestro hijo y tomar medidas para corregirlas. Un ambiente familiar que fomente el respeto, el diálogo y la empatía será una base sólida para guiar a nuestro hijo hacia relaciones más sanas y responsables.

    Diferencia entre bullying y conflictos normales

    Es natural que los niños y adolescentes tengan desacuerdos entre ellos. Las diferencias de opinión, las discusiones y las peleas ocasionales forman parte del proceso de socialización y del aprendizaje de habilidades para la resolución de conflictos. Sin embargo, no todos los problemas entre niños son bullying. Comprender esta diferencia es clave para evaluar la situación de manera adecuada y tomar las medidas correctas.

    El bullying se distingue por tres elementos fundamentales:

    1. Intención de hacer daño

    En los conflictos normales, ambas partes suelen expresar su punto de vista, y aunque puedan surgir emociones intensas, no hay una intención deliberada de lastimar al otro. En cambio, en el bullying, la agresión es intencional y tiene como objetivo humillar, someter o hacer sufrir a la víctima. La persona que acosa busca reforzar su poder o estatus a costa del otro, sin interés real en resolver un problema.

    2. Repetición en el tiempo

    Las peleas o discusiones entre compañeros suelen ser eventos aislados que pueden resolverse con diálogo o intervención de adultos. El bullying, en cambio, implica una agresión sistemática y persistente. La víctima es atacada de manera recurrente, lo que genera un impacto acumulativo en su bienestar emocional y autoestima. Este patrón puede extenderse durante semanas, meses o incluso años si no se interviene.

    3. Desequilibrio de poder

    En un conflicto común, los niños tienen una posición relativamente equilibrada: ambos pueden expresar su postura y ninguno tiene un dominio absoluto sobre el otro. En el bullying, existe un claro desequilibrio de poder. Esto puede manifestarse en diferentes formas:

    • Física: un niño más grande o fuerte intimida a otro más pequeño o débil.
    • Social: un grupo de niños se une contra uno solo, dejando a la víctima sin apoyo.
    • Psicológica: el agresor tiene una personalidad dominante y utiliza el miedo o la manipulación para controlar a la víctima.
    • Digital: en el cyberbullying, el agresor puede esconderse detrás del anonimato y alcanzar a la víctima en cualquier momento.

    Pasos a seguir cuando nuestro hijo es el responsable

    1. Escucha a tu hijo sin juzgar

    El primer paso es crear un espacio seguro para que tu hijo hable abiertamente sobre lo que está ocurriendo. Pregúntale cómo se siente y qué ha estado sucediendo en la escuela. Es fundamental mantener una actitud empática y evitar las acusaciones inmediatas. A menudo, los actos de agresión están motivados por problemas subyacentes, como conflictos emocionales, inseguridades o tensiones en el hogar. Escuchar sin juzgar te permitirá entender mejor las razones detrás de su comportamiento.

    2. Explícale las consecuencias de sus acciones

    Es esencial que tu hijo comprenda cómo sus acciones afectan a otros. Habla con él sobre el impacto emocional que puede tener el bullying en las víctimas, incluyendo sentimientos de tristeza, miedo o aislamiento. Utiliza ejemplos concretos para ayudarle a desarrollar empatía y reflexionar sobre cómo le gustaría ser tratado a él mismo en situaciones similares.

    3. Trabaja en colaboración con la escuela

    Comunícate con los maestros, orientadores y personal escolar para compartir tus preocupaciones y trabajar en conjunto. Solicita retroalimentación sobre cómo tu hijo se comporta en el entorno escolar y desarrolla un plan de acción que incluya estrategias para prevenir futuros incidentes. Las escuelas suelen tener protocolos para manejar casos de bullying y pueden ser un recurso valioso para abordar esta situación.

    4. Considera buscar ayuda profesional

    Si el comportamiento de tu hijo persiste o si notas que tiene dificultades para manejar sus emociones, podría ser útil buscar apoyo de un psicólogo o terapeuta. Un profesional capacitado puede ayudar a tu hijo a explorar las causas profundas de su conducta, enseñarle habilidades para manejar conflictos y fomentar un cambio de actitud.

    5. Fomenta la responsabilidad

    Anima a tu hijo a asumir las consecuencias de sus acciones de manera activa. Esto incluye disculparse sinceramente con las víctimas y participar en acciones reparadoras. Asumir la responsabilidad no solo es crucial para reparar el daño causado, sino también para el desarrollo de su carácter y madurez.

    6. Supervisa su comportamiento y establece límites

    Es importante estar atento a los cambios en el comportamiento de tu hijo y asegurarte de que cumpla con las pautas establecidas para corregir su conducta. Proporciónale orientación constante y refuerza los valores de respeto y empatía en sus interacciones diarias.

    7. Promueve valores de empatía y respeto

    Aprovecha esta experiencia como una oportunidad para reforzar en tu hijo valores fundamentales como la tolerancia, el respeto y la empatía. Habla con él sobre la importancia de construir relaciones positivas y de contribuir al bienestar de su comunidad escolar. Puedes fomentar estas cualidades a través de ejemplos, lecturas o incluso actividades de voluntariado.

    8. Actúa de cara a la familia del niño afectado

    Es fundamental reconocer el impacto que las acciones de tu hijo han tenido en la familia del niño afectado. Busca una comunicación respetuosa y abierta con ellos para expresar sinceramente tus disculpas. Reconoce el dolor que su hijo pudo haber experimentado y deja claro que estás tomando medidas para corregir la situación. En algunos casos, podría ser útil involucrar a un mediador o terapeuta que facilite esta conversación y ayude a reparar la relación.

    Errores comunes de los padres al abordar el bullying

    Descubrir que tu hijo está involucrado en un caso de bullying puede generar una reacción inmediata de sorpresa, enojo o negación. Sin embargo, la forma en que abordes la situación marcará la diferencia en su aprendizaje y en la posibilidad de corregir su comportamiento. A continuación, te presentamos algunos errores comunes que los padres suelen cometer y cómo evitarlos.

    1. Minimizar el problema: “Son cosas de niños”

    Uno de los errores más frecuentes es restarle importancia a la situación, creyendo que los conflictos entre niños son naturales y que se resolverán solos con el tiempo. Si bien es cierto que las peleas ocasionales forman parte de la infancia, el bullying no es un simple desacuerdo: es un comportamiento dañino que puede tener consecuencias emocionales y psicológicas a largo plazo tanto para la víctima como para el agresor. Ignorarlo no solo perpetúa el problema, sino que también envía el mensaje de que la agresión es aceptable.

    ¿Qué hacer en su lugar?

    Escucha a tu hijo con atención y toma en serio las señales de alerta. Investiga el contexto y trabaja con la escuela y otros adultos involucrados para abordar la situación de manera efectiva.

    2. Justificar la conducta: “Mi hijo solo se está defendiendo” o “Así aprende a ser fuerte”

    Algunos padres asumen que si su hijo está agrediendo a otros, es porque tiene razones válidas para hacerlo o porque necesita desarrollar una personalidad fuerte en un mundo competitivo. Sin embargo, justificar la agresión impide que el niño asuma responsabilidad por sus actos y que aprenda mejores formas de resolver sus conflictos.

    ¿Qué hacer en su lugar?

    Fomenta la empatía y el respeto como valores fundamentales. Explícale a tu hijo que hay formas saludables de resolver problemas y que la violencia, ya sea física o emocional, no es la solución. Ayúdalo a reflexionar sobre cómo se sentiría si estuviera en el lugar de la víctima.

    3. Aplicar castigos excesivos o sin orientación

    Cuando los padres descubren que su hijo ha participado en actos de bullying, pueden reaccionar con castigos severos, como prohibiciones estrictas, aislamiento o incluso humillación. Sin embargo, un castigo sin orientación no corrige la raíz del problema y puede generar resentimiento en el niño, en lugar de fomentar un cambio real.

    ¿Qué hacer en su lugar?

    En lugar de solo castigar, acompaña la sanción con un proceso de aprendizaje. Ayuda a tu hijo a comprender las consecuencias de sus acciones y a reparar el daño causado. Esto puede incluir disculparse con la víctima, realizar actividades que fomenten la empatía y, si es necesario, buscar ayuda profesional para abordar las causas de su comportamiento.

    Como padre o madre, tu rol no es solo corregir a tu hijo, sino también guiarlo en el desarrollo de habilidades emocionales y sociales que le permitan relacionarse de manera positiva con los demás. Evitar estos errores y adoptar un enfoque basado en la comprensión, la responsabilidad y el aprendizaje puede marcar la diferencia en su crecimiento y bienestar.

    Perspectiva a largo plazo: el impacto del bullying en el agresor

    Cuando se habla de bullying, solemos centrarnos en el daño que sufren las víctimas, pero es importante reconocer que los niños que ejercen violencia también enfrentan consecuencias significativas a lo largo de su vida. Permitir que un niño continúe con este comportamiento sin intervención puede afectar su desarrollo emocional, sus relaciones y su futuro en general.

    1. Dificultades en relaciones sociales y laborales

    Los niños que recurren al bullying para imponerse sobre los demás pueden desarrollar patrones de interacción problemáticos que se extienden a la adultez. Pueden tener dificultades para establecer relaciones saludables basadas en el respeto y la empatía, lo que puede generar problemas en su vida personal y profesional.

    A largo plazo, esto puede manifestarse en:

    • Relaciones interpersonales conflictivas, tanto en la adolescencia como en la adultez.
    • Dificultades para trabajar en equipo y gestionar conflictos de manera saludable.
    • Problemas para mantener amistades estables y conexiones emocionales profundas.

    2. Riesgo de conductas antisociales y violencia en la adultez

    Estudios han demostrado que los niños que ejercen bullying sin recibir una corrección adecuada tienen más probabilidades de involucrarse en conductas antisociales en el futuro. Pueden presentar actitudes desafiantes, dificultades para respetar normas e incluso comportamientos delictivos.

    Algunas de las posibles consecuencias incluyen:

    • Mayor probabilidad de involucrarse en peleas o actos de violencia en la adolescencia.
    • Riesgo de desarrollar comportamientos delictivos o actitudes agresivas en el ámbito laboral y personal.
    • Menor tolerancia a la frustración y dificultades para aceptar la autoridad.

    3. Impacto en la autoestima y salud mental

    Aunque pueda parecer contradictorio, muchos niños que ejercen bullying lo hacen desde la inseguridad o la necesidad de validación. Si este comportamiento se refuerza con el tiempo, pueden desarrollar problemas emocionales como baja autoestima, ansiedad o incluso depresión.

    Esto puede reflejarse en:

    • Una identidad basada en la dominación y el control, lo que impide el desarrollo de una autoestima sana.
    • Sentimientos de culpa o arrepentimiento cuando llegan a comprender el daño que causaron.
    • Dificultades para adaptarse a entornos donde la agresión no es una herramienta aceptable para la interacción.

    4. Patrón repetitivo en su vida adulta

    Si no se interviene a tiempo, el bullying puede convertirse en un patrón que se traslade a diferentes ámbitos de la vida del niño. En el futuro, podría replicarlo en sus relaciones de pareja, en su entorno laboral o incluso en la crianza de sus propios hijos, perpetuando un ciclo de abuso y violencia.

    Es fundamental que los padres no solo corrijan el comportamiento agresivo de su hijo, sino que también le ayuden a desarrollar habilidades que le permitan construir relaciones sanas y respetuosas. Al intervenir a tiempo y enseñarle valores como la empatía, la responsabilidad y el respeto, no solo se previene el daño a otros, sino que también se le brinda la oportunidad de crecer como una persona equilibrada y capaz de relacionarse de manera positiva con los demás. El bullying no solo deja huellas en las víctimas, sino también en quienes lo ejercen. Ayudar a tu hijo a cambiar este comportamiento no es solo una responsabilidad inmediata, sino un regalo para su futuro.

    Cómo monitorear el progreso y prevenir recaídas

    Corregir un comportamiento de bullying no es un proceso inmediato. Requiere tiempo, seguimiento y un compromiso constante por parte de los padres. Es fundamental asegurarse de que el cambio en la conducta de tu hijo sea genuino y duradero. A continuación, te damos algunas estrategias para evaluar su progreso y actuar en caso de recaídas.

    1. Observar cambios en su actitud y relaciones

    El primer indicador de mejora es un cambio en la forma en que tu hijo interactúa con los demás. Observa si muestra más empatía, si se relaciona de manera positiva con sus compañeros y si evita actitudes agresivas o burlonas. También puedes notar mejoras en su lenguaje, tono de voz y reacciones ante situaciones de conflicto.

    ¿Qué hacer?

    • Pregunta regularmente a tu hijo cómo se siente y qué experiencias ha tenido en la escuela.
    • Fomenta conversaciones sobre cómo resolver conflictos de manera respetuosa.
    • Refuerza con elogios cualquier avance positivo, por pequeño que sea.

    2. Mantener comunicación con la escuela y otros adultos

    Los maestros, orientadores y cuidadores pueden proporcionarte una perspectiva externa sobre el comportamiento de tu hijo fuera de casa. Pregunta si han notado mejoras en su actitud o si persisten señales de agresión o indiferencia hacia los demás.

    ¿Qué hacer?

    • Solicita reuniones periódicas con los docentes para evaluar el progreso.
    • Anima a tu hijo a participar en actividades que promuevan la cooperación y el trabajo en equipo.
    • Si el colegio tiene un programa antibullying, apóyalo y fomenta su participación.

    3. Evaluar su reacción ante conflictos

    El verdadero cambio se refleja en la forma en que tu hijo maneja los desacuerdos y situaciones de tensión. Si antes recurría a la intimidación, la burla o la agresión, es importante ver si ahora busca soluciones más pacíficas.

    ¿Qué hacer?

    • Pregunta sobre conflictos recientes y analiza con él cómo los resolvió.
    • Enséñale estrategias de regulación emocional, como respirar profundamente o contar hasta diez antes de reaccionar.
    • Refuérzale la idea de que pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de madurez.

    4. Crear un ambiente de confianza en casa

    Si tu hijo siente que puede hablar contigo sin miedo a represalias extremas, será más fácil que comparta sus pensamientos y posibles dificultades. Un ambiente de comunicación abierta puede prevenir que vuelva a recurrir al bullying como forma de expresión.

    ¿Qué hacer?

    • Anima a tu hijo a compartir sus preocupaciones y frustraciones.
    • Escúchalo sin juzgar, pero con firmeza en cuanto a los límites.
    • Refuerza en casa valores como el respeto, la empatía y la responsabilidad.

    ¿Qué hacer si hay una recaída?

    Es posible que, incluso con apoyo y esfuerzo, tu hijo tenga dificultades para mantener un cambio positivo y vuelva a comportarse de manera agresiva. Si esto ocurre:

    • No entres en pánico ni pierdas la esperanza. Recaídas son parte del proceso de aprendizaje.
    • Analiza qué pudo haberla desencadenado. ¿Ocurrió después de un evento estresante? ¿Hubo cambios en su entorno?
    • Revisa si necesita un apoyo adicional. Puede ser útil reforzar las estrategias de intervención o buscar ayuda profesional si la conducta persiste.
    • Refuerza la responsabilidad sin caer en castigos desproporcionados. Asegúrate de que entienda que las acciones tienen consecuencias, pero también que puede aprender de ellas.
    • Evalúa si las estrategias implementadas siguen siendo efectivas. Puede ser necesario ajustar el enfoque o profundizar en algunas áreas.

    El objetivo no es solo eliminar un comportamiento negativo, sino ayudar a tu hijo a desarrollar habilidades que le permitan construir relaciones sanas a lo largo de su vida. La paciencia, el seguimiento y la intervención adecuada pueden marcar la diferencia en su proceso de crecimiento.

    Descubrir que tu hijo ha estado involucrado en un caso de bullying puede ser una experiencia abrumadora, pero también es una oportunidad para ayudarle a crecer y aprender. La comunicación abierta, el trabajo en equipo con la escuela y, si es necesario, el apoyo profesional, pueden marcar la diferencia. Recuerda que tu papel como padre o madre es guiarle con firmeza y amor hacia un camino de respeto y empatía, no solo para con los demás, sino también hacia sí mismo.

     

     

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  • El poder de la caja de arena: la terapia más allá de las palabras

    El poder de la caja de arena: la terapia más allá de las palabras

    La terapia con muñecos o caja de arena (también conocida como terapia de juego con arena o sandplay therapy) es una técnica terapéutica utilizada con cualquier tipo de población: niños, adolescentes, adultos. Consiste en la utilización de una caja con arena (o una bandeja) y una variedad de miniaturas o figuras que representan personas, animales, objetos y elementos de la naturaleza. El objetivo es permitir que el paciente exprese emociones, conflictos internos o experiencias de manera simbólica y no verbal.

    Beneficios de la caja de arena:

    • Facilita la expresión emocional en personas que tienen dificultad para verbalizar lo que sienten.
    • Promueve la autorregulación emocional y la resolución de conflictos.
    • Ayuda a procesar traumas o experiencias difíciles en un entorno seguro.
    • Estimula la creatividad y la conexión con el inconsciente.

    Usos comunes de la caja de arena:

    • Tratamiento de ansiedad, depresión o trauma.
    • Apoyo en casos de abuso o negligencia.
    • Mejora de la comunicación y las relaciones en familias o parejas.
    • Intervenciones en personas con dificultades emocionales o conductuales.
    • Intervenciones en personas con dificultades en expresar sus emociones o comunicarse en terapia.

    Es una técnica poderosa para explorar el mundo interno de una persona y promover la sanación desde un enfoque no invasivo. A veces, las palabras no son suficientes para expresar lo que sentimos o lo que hemos vivido. La caja de arena permite que nuestra mente inconsciente encuentre una forma simbólica de comunicarse. Lo que representas en la arena puede reflejar emociones, recuerdos o deseos que aún no están claros a nivel consciente.

    María: “No vine aquí para jugar con muñecos” 

    María, una mujer de 51 años, llegó a su sesión de terapia como cualquier otro martes. Había decidido buscar ayuda psicológica tras meses de sentirse atrapada en un ciclo de tristeza y ansiedad que parecía no tener fin. En esta ocasión, su psicóloga le propuso una técnica diferente: trabajar con la caja de arena. Al escuchar la propuesta, María frunció el ceño y cruzó los brazos. “No creo que esto sea para mí,” dijo con una sonrisa tensa, “no vine aquí para jugar con muñecos.”

    La psicóloga, respetando su escepticismo, le explicó que esta técnica no era un juego, sino una forma de explorar lo que las palabras a veces no pueden expresar. María aceptó con reticencia, dispuesta a darle una oportunidad. Frente a ella, la terapeuta colocó una caja rectangular llena de arena y una colección de figuras: animales, personas, casas, árboles, objetos abstractos. La invitación fue sencilla: “Coloca en la arena lo que quieras, como te haga sentido en este momento.”

    La escena en la arena: un reflejo de lo más profundo

    Con algo de torpeza y sin saber muy bien qué hacer, María eligió una figura pequeña que representaba a una mujer y la colocó en el centro de la caja. Luego tomó varios animales grandes y amenazantes —un león, un lobo y un oso— y los colocó alrededor de la mujer, dejando poco espacio entre ellos. Finalmente, tomó un árbol caído y lo colocó frente a la mujer, como bloqueando su camino. Al terminar, miró la escena en silencio.

    “Cuéntame sobre esta mujer,” dijo la psicóloga. María suspiró y respondió: “Soy yo. Así me siento. Rodeada de problemas que no me dejan avanzar.” Señaló los animales: “Este es mi trabajo, esto es mi familia, y este es mi miedo constante a que algo salga mal.”

    A medida que hablaba, María se dio cuenta de cómo había organizado sus temores y bloqueos de forma intuitiva. La escena en la caja de arena se convirtió en una representación tangible de su mundo interno, algo que hasta ese momento había resultado difícil de expresar con palabras..

    El proceso de transformación

    Durante las sesiones siguientes, María continuó trabajando con la caja de arena. En una de ellas, su psicóloga le preguntó: “¿Qué podría cambiar esta mujer/niña para sentirse más segura?” María reflexionó y decidió mover al árbol caído y reemplazarlo por un camino hecho con piedras pequeñas que representaban pequeños pasos hacia el cambio. También incluyó una figura de un perro junto a la mujer, diciendo: “Este es mi amigo. Es lo que necesito: apoyo.”

    Estas modificaciones simbólicas no solo le permitieron visualizar soluciones a sus conflictos internos, sino también sentir que podía tener el control sobre ellos. Poco a poco, su caja de arena se transformó en un espacio donde podía explorar, sanar y experimentar nuevas maneras de enfrentar su realidad.

    Un puente hacia el cambio

    La caja de arena permitió a María explorar simbólicamente aspectos profundos de su historia emocional que le resultaban difíciles de verbalizar. Este trabajo simbólico facilitó una integración emocional y la construcción de un “refugio interno”, marcando un avance significativo en su proceso terapéutico.

    Lo que comenzó como un ejercicio que generó escepticismo se convirtió en una herramienta esencial en el proceso terapéutico de María. Gracias a la caja de arena, logró dar forma a sus emociones y conflictos, accediendo a partes de sí misma que había mantenido ocultas o reprimidas. Descubrió que la arena y las figuras eran un puente entre su mundo interno y externo, un espacio seguro donde podía reorganizar sus pensamientos y emociones.

    La terapia con caja de arena no es solo para niños. Es un recurso potente que ayuda a los adultos a explorar lo que las palabras a menudo no pueden abarcar. Para personas como María, esta técnica representa una vía hacia el autoconocimiento, la resolución de conflictos y el cambio positivo. Y lo más sorprendente es que lo hace de una manera suave, accesible y profundamente transformadora.

     

     

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    Sandra Ribeiro

    Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

    Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

    Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

    Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

     

     

     

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    El Centro de Psicología Sandra Ribeiro es un Centro Sanitario Autorizado por la Comunidad de Madrid con N.º CS19965, localizado en Majadahonda.

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