Author: Sandra Ribeiro

  • Miedo a la Soledad: Las Consecuencias de Saltar de una Relación a Otra

    Miedo a la Soledad: Las Consecuencias de Saltar de una Relación a Otra

    La soledad ha sido objeto de estudio durante décadas en el ámbito de la psicología, con expertos como John Bowlby, Donald Winnicott y Carl Jung, quienes han resaltado la importancia del desarrollo de un yo sólido e independiente. Estar solo no es sinónimo de vacío, sino una oportunidad para reconectar con uno mismo y fortalecer el crecimiento personal. La capacidad de disfrutar de la propia compañía puede llevar a una vida más plena, equilibrada y significativa.

    La Soledad como Espacio de Crecimiento

    La soledad, lejos de ser un castigo o una señal de fracaso, es un espacio fértil para el autodescubrimiento. Estar solo permite reflexionar sin interferencias, reconocer nuestras emociones y fortalecer nuestra autoestima. Donald Winnicott, por ejemplo, hablaba de la capacidad de estar solo como una señal de madurez emocional, lo que nos permite desarrollar una mayor autonomía afectiva y resiliencia.

    Estar solo no implica aislamiento social ni desconexión del mundo, sino encontrar momentos de calma y silencio donde podamos atender nuestras necesidades internas. Cuando aprendemos a estar cómodos con nuestra soledad, dejamos de buscar validación constante en los demás, lo que nos permite establecer relaciones más sanas y equilibradas.

    El Miedo a la Soledad y las Relaciones en Cadena

    Muchas personas viven con un profundo temor a la soledad. Este miedo puede llevar a lo que los psicólogos describen como “relaciones en cadena”: la tendencia a enganchar una relación tras otra sin permitir espacios de pausa o reflexión. Detrás de esta conducta suele encontrarse un miedo subyacente al vacío emocional o al enfrentamiento con heridas no resueltas.

    El miedo a la soledad o a estar sin pareja genera tanta angustia que afecta la vida cotidiana de quienes lo experimentan, llegando incluso a propiciar relaciones amorosas infelices. En muchos casos, la persona deja su relación anterior para iniciar inmediatamente una nueva o, incluso, no llega a dejarla. Este patrón se repite de forma continuada, configurando la manera en que la persona construye sus vínculos sentimentales.

    Aquellas personas que encadenan relaciones no cuentan con un tiempo de duelo y de conexión consigo mismas que les permita cerrar la etapa anterior y sanar. Como resultado, enfrentan dificultades para sentir emociones como la tristeza, la soledad o el vacío, las cuales son necesarias para procesar lo ocurrido, aceptarlo y recomponerse antes de iniciar una nueva relación.

    En algunos casos, la persona se “engancha” a los sentimientos y emociones propias de la primera fase del amor: el enamoramiento. Como señala el psicólogo Robert Sternberg con su teoría triangular del amor, el enamoramiento es solo una de las fases iniciales, pero no siempre conduce a relaciones duraderas. Una vez que esta fase pasa y comienzan a surgir emociones menos placenteras, además de iniciar los ajustes naturales entre ambos miembros de la pareja, algunas personas deciden abandonar la relación e iniciar otra para experimentar nuevamente esas sensaciones iniciales.

    ¿Eres de los que piensan que un clavo saca a otro clavo?

    El famoso dicho “un clavo saca a otro clavo” suele aplicarse a las relaciones amorosas, pero ¿realmente funciona? Desde la psicología, se ha demostrado que esta estrategia no solo es ineficaz, sino que puede perpetuar patrones de dependencia emocional. Saltar de una relación a otra sin tiempo para sanar puede llevar a repetir los mismos errores, eligiendo parejas similares o cayendo en dinámicas poco saludables.

    Las relaciones que nacen desde el dolor o el vacío personal rara vez aportan la estabilidad y plenitud que se busca. La sanación y el crecimiento personal requieren de pausas y espacios de reflexión. Tomarse el tiempo para procesar una ruptura no es un signo de debilidad, sino una forma de honrar nuestras emociones y construir bases más sólidas para futuras relaciones.

    Romper el Ciclo: Aprender a Estar Solo

    Romper este ciclo de dependencia emocional requiere aprender a abrazar la soledad. Los psicólogos recomiendan diversas estrategias para lograrlo:

    1. Cultivar la Autoexploración: Dedicar tiempo a conocer nuestros gustos, intereses y deseos personales. La introspección nos ayuda a desarrollar una identidad más sólida.
    2. Establecer Límites Saludables: Aprender a decir “no” a relaciones que no aportan bienestar y a priorizar nuestro crecimiento personal.
    3. Practicar el Autocuidado: Desarrollar hábitos que fomenten el bienestar emocional, físico y mental.
    4. Buscar Apoyo Terapéutico: Acompañar el proceso de autodescubrimiento con la ayuda de un profesional puede ser clave para romper patrones y sanar heridas emocionales. La terapia de apego, por ejemplo, trabaja directamente con los miedos al abandono y la soledad.

    La Soledad Como Camino Hacia Relaciones Más Plenas

    Lejos de ser una experiencia negativa, la soledad puede convertirse en una aliada poderosa. Aceptarla y abrazarla permite construir relaciones desde la libertad, no desde la necesidad. Al aprender a convivir con nosotros mismos, estamos sentando las bases para una vida más auténtica, consciente y enriquecedora, tal como lo sugieren muchos psicólogos en sus investigaciones y trabajos clínicos.

     

     

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    Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

    Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

    Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

    Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

     

     

  • Cómo salir de la Codependencia Emocional con tu Madre

    Cómo salir de la Codependencia Emocional con tu Madre

    La relación madre-hijo/hija es una de las más profundas y significativas en la vida de una persona. Sin embargo, en algunas familias, esta relación puede tornarse codependiente, creando una dinámica en la que el hijo o hija asume la responsabilidad emocional de hacer feliz a su madre. Esta codependencia se convierte en una trampa silenciosa que limita el crecimiento personal, la autonomía y afecta otras áreas de la vida. En este artículo, exploraremos cómo reconocer esta dinámica y los pasos para liberarse de ella, sin romper el vínculo afectivo con la madre.

    Origen de la Codependencia Emocional con tu Madre

    La codependencia no surge de la nada. Muchas veces, las madres que desarrollan este tipo de vínculo con sus hijos han experimentado vacíos emocionales, abandonos o relaciones insatisfactorias en su propia vida. Para llenar esos vacíos, colocan a sus hijos en el centro de su mundo, convirtiéndose en su fuente principal de afecto, validación y sentido de identidad.

    Desde la infancia, el hijo o hija percibe que su bienestar está intrínsecamente ligado al estado emocional de su madre. Este rol de “cuidador emocional” puede empezar de manera sutil, pero con el tiempo se convierte en una carga que limita su desarrollo personal.

    Señales de Codependencia

    Reconocer las señales de codependencia es el primer paso para salir de ella. Algunas manifestaciones comunes incluyen:

    • Dificultad para poner límites: Temor a decepcionar o a ser rechazado por la madre si no se cumplen sus expectativas.
    • Sentimiento de culpa al priorizarse: La sensación de estar traicionando a la madre al atender necesidades propias.
    • Búsqueda constante de aprobación: La felicidad de la madre se convierte en la medida del éxito personal.
    • Relaciones personales conflictivas: Dificultad para mantener relaciones de pareja o amistades profundas por miedo a que la madre se sienta desplazada.

    El Impacto en la Vida Adulta

    La codependencia no se detiene en la infancia o adolescencia; sigue afectando la vida adulta. Los hijos que han crecido en esta dinámica pueden experimentar:

    • Problemas de autonomía emocional: Dificultad para tomar decisiones sin consultar o considerar a la madre.
    • Ansiedad y baja autoestima: Sensación de no ser suficiente por sí mismos.
    • Patrones repetitivos: Buscar relaciones de pareja o laborales donde se repita el rol de “cuidador” o “salvador”.
    • Relaciones de pareja desequilibradas: Puede haber miedo a comprometerse profundamente o dificultad para confiar en la pareja. A menudo, el hijo o hija siente que debe priorizar a la madre sobre la pareja, generando conflictos.
    • Miedo a la independencia: La sensación de que la independencia emocional o física se percibe como abandono.
    • Dificultad para expresar necesidades: En la adultez, el hijo o hija puede minimizar sus propias necesidades para no incomodar o preocupar a los demás, repitiendo el patrón aprendido.
    • Síntomas físicos y emocionales: Dolores crónicos, fatiga, insomnio y otros problemas psicosomáticos asociados con la ansiedad y el estrés.

    La Madre Codependiente como Suegra

    La codependencia con la madre puede extenderse a las relaciones que los hijos construyen en su vida adulta, afectando de manera significativa la relación de pareja. Cuando una madre codependiente se convierte en suegra, pueden surgir las siguientes dinámicas:

    • Interferencias constantes: La madre puede intentar participar activamente en la vida de la pareja, generando tensiones y disputas.
    • Celos y competencia: La madre puede percibir a la pareja de su hijo/hija como una amenaza, creando rivalidades sutiles o abiertas.
    • Dependencia emocional en el hijo/hija: La madre puede recurrir al hijo/hija en busca de apoyo emocional constante, lo que afecta la intimidad y el desarrollo de la relación de pareja.
    • Desgaste en la relación de pareja: El hijo o hija puede sentirse dividido, intentando satisfacer las demandas de su madre y de su pareja, lo que genera conflictos y distanciamiento.

    Ejemplos:

    •   Una madre codependiente puede aparecer sin previo aviso en la casa de la pareja, alegando “querer pasar tiempo” pero invadiendo la privacidad.
    •  Puede hacer comentarios sutiles que descalifican las decisiones de la pareja, como “No creo que esa sea la mejor manera de educar a los niños, pero tú sabrás”.
    •   Si la pareja planea un viaje, la madre puede insinuar sentirse sola o abandonada para disuadirlos de ir.

     

    El Camino hacia la Libertad Emocional

    Salir de esta dinámica es posible, pero requiere valentía y trabajo personal. Algunos pasos clave son:

    • Reconocimiento: Aceptar que existe una dinámica de codependencia es esencial para iniciar el cambio.
    • Establecer límites saludables: Aprender a decir “no” y definir espacios personales sin sentir culpa.
    • Individuación: Redescubrir intereses, deseos y metas propias que no estén ligados a la validación materna ni a la presencia de la madre.
    • Buscar apoyo profesional: La terapia es una herramienta poderosa para comprender y transformar estas dinámicas.
    • Construir redes de apoyo: Fomentar relaciones fuera del núcleo familiar ayuda a reforzar la identidad personal.

    La Culpa: El Obstáculo más Grande

    Uno de los mayores retos al intentar salir de la codependencia con una madre es la culpa. Es importante recordar que establecer límites no implica dejar de amar a tu madre. Amar también significa permitir que cada uno tenga su propio espacio para crecer y desarrollarse.

    La culpa es una señal de que se está rompiendo un patrón. A medida que se fortalecen los límites, esta sensación disminuye y es reemplazada por una mayor sensación de libertad y equilibrio.

    Reconfiguración del Vínculo

    No es necesario cortar la relación con tu madre para superar la codependencia. El objetivo es reconfigurar el vínculo desde un lugar de autonomía y amor saludable. Esto implica:

    • Aceptar que tu madre tiene su propio camino emocional.
    • Permitir que otras personas entren en tu vida y en la suya.
    • Fomentar la independencia emocional mutua.

    Salir de la codependencia emocional con una madre es un proceso que requiere tiempo, pero es una inversión en el bienestar personal y en la construcción de relaciones más sanas y equilibradas. A través del reconocimiento, el establecimiento de límites y el apoyo profesional, es posible romper las cadenas invisibles y vivir una vida plena y auténtica.

     

     

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  • Heridas emocionales que causan relaciones desequilibradas

    Heridas emocionales que causan relaciones desequilibradas

    La necesidad de mantener vínculos y relaciones que no son recíprocas o desequlibradas suele reflejar una herida emocional que, en muchos casos, tiene sus raíces en experiencias tempranas de vida. Esta dinámica se alimenta de una búsqueda inconsciente de validación, afecto o seguridad que, por alguna razón, no se obtuvo en la medida adecuada durante etapas cruciales del desarrollo emocional.

    El origen de la herida emocional

    • Carencias afectivas en la infancia: Cuando un niño crece en un entorno donde el amor está condicionado o es inconsistente, aprende que debe esforzarse para ser querido. Esto puede crear la creencia de que su valor depende de lo que hace por los demás, no de lo que es.
    • Relaciones desequilibradas con figuras de autoridad: En familias donde los roles se invierten (el niño se convierte en cuidador emocional de los padres) o se privilegian las necesidades de los adultos, el niño internaliza que sus propias necesidades son menos importantes.
    • Rechazo o abandono: Experiencias de rechazo, abandono o pérdida temprana pueden generar un miedo profundo a ser dejado de lado, lo que lleva a aferrarse a relaciones, incluso cuando no son saludables.

    La expresión de la herida emocional

    Esa entrega desmedida, el poner las necesidades de los demás por encima de las propias y la autoexigencia por mantener vínculos que no son recíprocos, suelen ser reflejo de heridas emocionales profundas.

    Esto puede venir de patrones de crianza donde el valor propio dependía de complacer a otros o de evitar conflictos, lo que lleva a desconectarse de uno mismo. También puede estar relacionado con una necesidad de validación externa para llenar vacíos internos, mientras se deja de lado el autocuidado y el respeto hacia las propias emociones.

    El momento de claridad surge al entender que no podemos controlar cómo nos tratan los demás, pero sí cómo nos tratamos a nosotros mismos. Reconocer que la raíz de ese dolor muchas veces está en la falta de amor propio es un paso esencial hacia la sanación. Aprender a poner límites, priorizar el propio bienestar y redefinir la manera en que se busca conexión emocional son procesos que pueden cambiar profundamente esta dinámica.

    Patrones de crianza que pueden desencadenar en heridas emocionales

    Los patrones de crianza donde el valor propio dependía de complacer a otros o de evitar conflictos suelen surgir en familias donde el amor y la aceptación están condicionados a ciertas conductas. Por ejemplo, en un hogar donde se refuerza la obediencia absoluta, la adaptación a las expectativas familiares o el sacrificio personal para mantener la armonía, los niños aprenden que su valor está ligado a satisfacer las necesidades emocionales de los demás, incluso a costa de las propias.

    En este contexto, frases como “Sé buena chica”, “No hagas enojar a papá/mamá”, o “No seas egoísta” enseñan a los niños que sus emociones y deseos son secundarios. En lugar de aprender a identificar y expresar lo que sienten, desarrollan un rol complaciente o mediador. Este rol puede protegerlos en el ambiente familiar, pero con el tiempo, se convierte en un esquema de comportamiento que, además de acompañarlos en la vida adulta, puede llevar a la desconexión de uno mismo.

    Lo que lleva a desconectarse de uno mismo


    Esta desconexión se da porque la persona, en su afán de complacer o evitar conflictos, prioriza constantemente los deseos, emociones y necesidades de los demás, mientras ignora o minimiza las suyas propias. Con el tiempo, esto puede generar una incapacidad para identificar lo que realmente quiere o necesita.

    Algunas señales de esta desconexión incluyen:

    • Dificultad para tomar decisiones sin consultar a otros.
    • Sensación de vacío o falta de propósito.
    • Estrés constante al tratar de anticipar las necesidades de los demás.
    • Culpa al priorizarse a sí misma o decir “no”.

    Es como si hubiera una ruptura interna donde la persona ha aprendido a sobrevivir, dejando de lado partes esenciales de su ser, como sus emociones auténticas, sus sueños o sus límites. Esto puede llevar a relaciones desequilibradas y a una autoimagen basada únicamente en lo que hace por los demás.

    Caminos hacia la reconexión


    Sanar y romper con estos patrones requiere un proceso de autoconocimiento y de aprendizaje emocional:

    • Identificar las creencias limitantes: Reconocer mensajes internalizados como “Solo valgo si soy útil” o “Debo evitar problemas a toda costa”.
    • Validar las propias emociones: Aprender a escuchar lo que se siente sin juzgarlo o reprimirlo.
    • Practicar poner límites: Empezar con pequeñas acciones para decir “no” o expresar desacuerdos.
    • Cultivar el amor propio: Trabajar en actividades y espacios que reconecten con los propios deseos, como la terapia, la escritura reflexiva o actividades creativas.

    En este camino, es fundamental entender que cuidar de uno mismo no es egoísmo, sino un acto de respeto y amor hacia la persona que también somos.

    El camino hacia la sanación

    La sanación de estas heridas comienza por identificar su origen y transformar las creencias que las sostienen. Algunas estrategias incluyen:

    1. Reconocer la falta de reciprocidad: Aceptar que no todas las relaciones tienen que mantenerse a toda costa.
    2. Trabajar en el amor propio: Fortalecer la relación consigo mismo para no depender del reconocimiento externo.
    3. Aprender a establecer límites: Decir “no” a relaciones o dinámicas que no son saludables.
    4. Revaluar el concepto de vínculo: Entender que un lazo sano se construye en equilibrio, con respeto mutuo y reciprocidad.

    La clave está en comprender que mantener relaciones unilaterales no llena el vacío emocional, sino que lo amplifica. Es a través de la conexión con uno mismo y el trabajo interno que se pueden construir vínculos más sanos y satisfactorios.

    Estrategias para ayudar a abordar y sanar la herida emocional que lleva a mantener vínculos no recíprocos

    1. Reconocer la dinámica y su impacto

    • Practicar la autoobservación: Reflexiona sobre tus relaciones. ¿Qué sientes al dar más de lo que recibes? ¿Qué intentas evitar o ganar al hacerlo?
    • Identificar patrones: Pregúntate si esta dinámica se repite en diferentes vínculos (amistad, pareja, familia) y qué emociones surgen al pensarlo.
    • Escribir un diario emocional: Llevar un registro de interacciones en las que te sientas poco valorado/a puede ayudarte a identificar patrones y gatillos emocionales.

    2. Reconstruir el amor propio

    • Realizar afirmaciones positivas: Escribe y repite frases como “Soy digno/a de amor sin necesidad de probarlo” o “Mis necesidades son importantes”.
    • Reconocer tus logros: Haz una lista de cualidades, logros y momentos en los que te sientas orgulloso/a de ti mismo/a.
    • Dedicar tiempo a ti mismo/a: Encuentra actividades que disfrutes y hazlas solo/a para reconectar contigo mismo/a.

    3. Establecer límites saludables

    • Practicar el “no”: Empieza a decir “no” en pequeñas situaciones. Por ejemplo, rechazar una invitación que no te apetezca aceptar sin sentirte culpable.
    • Definir tus límites personales: Reflexiona sobre qué conductas estás dispuesto/a a aceptar y cuáles no. Comunícalos con firmeza pero sin agresividad.
    • Tolerar el malestar inicial: Al poner límites, puede surgir incomodidad o miedo al rechazo. Reconoce esta sensación como parte del proceso de cambio.

    4. Reenfocar las expectativas sobre los demás

    • Practicar la aceptación radical: Reconoce que no puedes cambiar a los demás ni controlar su nivel de reciprocidad. Acepta las relaciones tal como son y decide si deseas mantenerlas.
    • Distinguir entre querer y necesitar: Pregúntate si estás buscando en la otra persona algo que solo puedes darte tú mismo/a, como validación o seguridad.
    • Evaluar tus relaciones: Haz un balance de las personas en tu vida. ¿Cuáles aportan reciprocidad y cuáles drenan tu energía?

    5. Sanar la herida de origen

    • Explorar el pasado: Reflexiona sobre tus experiencias tempranas de amor, rechazo y validación. ¿Qué creencias se formaron a partir de esas vivencias?
    • Reparentarte: Imagina qué necesitaría ese niño/a interior que buscaba aceptación. Habla contigo mismo/a con compasión, como lo harías con un niño/a vulnerable o como lo harías con tu hijo/a.
    • Trabajar con un/a psicólogo/a especializado/a: Un/a profesional especializado/a puede ayudarte a identificar y procesar las heridas emocionales de una manera segura y guiada.

    6. Practicar la reciprocidad consciente

    • Dar y recibir en equilibrio: Haz un esfuerzo consciente para equilibrar lo que ofreces y lo que recibes en cada relación.
    • Hacer un “test de reciprocidad”: Cuando identifiques una relación que crees que das mucho y recibes muy poco, evalúa si esa relación merece tu energía.
    • Rodearte de personas recíprocas: Busca construir vínculos con personas que valoren el intercambio mutuo y respeten tus límites.

    7. Fomentar relaciones sanas

    • Comunicar tus necesidades: Expresa lo que sientes y esperas de la relación. Esto abre la puerta a una conexión más auténtica.
    • Valorar relaciones equilibradas: Aprende a apreciar relaciones en las que hay apoyo y respeto mutuo, incluso si al principio no parecen “emocionantes”.
    • Soltar relaciones no saludables: Acepta que no todas las conexiones son para siempre y que, a veces, alejarse es un acto de amor propio.

    Ejemplo práctico para iniciar el cambio

    • Paso 1: Identifica una relación en la que sientas que das más de lo que recibes.
    • Paso 2: Define un límite claro y comunícalo, por ejemplo: “Hoy no puedo ayudarte con esto, tengo otros compromisos”.
    • Paso 3: Observa la reacción de la otra persona y reflexiona sobre cómo te sientes al priorizarte.

    Estas estrategias requieren paciencia y consistencia, ya que romper patrones arraigados puede ser desafiante. Sin embargo, cada pequeño paso hacia relaciones más equilibradas te acerca a una vida emocional más plena y saludable. Si crees que no puedes realizar este cambio solo/a, te podemos ayudar y acompañar en este camino hacia la identificación y sanación de tu herida emocional.

     

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    Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

    Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

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  • Demasiado madura para mi edad: El coste emocional de ser la hija perfecta.

    Demasiado madura para mi edad: El coste emocional de ser la hija perfecta.

    La sociedad a menudo premia a las niñas y niños que parecen “maduros para su edad”, sin detenerse a pensar en el coste emocional que esto implica. Ser “la hija que no dio problemas” puede parecer un logro, pero a menudo refleja una infancia en la que se ignoraron necesidades emocionales y límites personales. En este artículo quiero explorar contigo cómo ese rol ha afectado tu bienestar físico y emocional en la vida adulta.

    El rol de la hija perfecta: ¿Cómo se forma?

    En muchas familias, las dinámicas están marcadas por la necesidad de orden y estabilidad. Cuando hay conflictos, dificultades emocionales o circunstancias adversas, las niñas pueden ser inconscientemente empujadas a asumir roles adultos. Profundizar en el origen del rol de la “hija perfecta” es clave para comprender su impacto a lo largo de la vida. 

    1. Expectativas familiares y roles asignados

    • El estabilizador emocional: La hija que media, calma tensiones y evita conflictos.
    • La fuente de orgullo: Se espera que siempre tenga buenos resultados académicos, una actitud impecable o una madurez excepcional para “compensar” problemas familiares.
    • El soporte del adulto: A veces, los padres transfieren preocupaciones o responsabilidades que no corresponden a los hijos.

    2. Mensajes sutiles que refuerzan el rol

    Desde pequeñas, estas niñas reciben mensajes explícitos e implícitos que las moldean:

    • “Eres tan madura para tu edad”.
    • “Sabía que podía contar contigo”.
    • “No como tu hermana/hermano, tú nunca das problemas”.
    • “No llores, eso no es para tanto”.
      Estos comentarios, aunque parezcan halagos o consejos bienintencionados, refuerzan la idea de que sus necesidades emocionales no son tan importantes como las de los demás.

    3. Ignorar las emociones propias para priorizar las de los demás

    Estas niñas aprenden que expresar emociones como tristeza, enojo o miedo puede generar más problemas en un entorno ya tenso. Por ello:

    • Desarrollan un hábito de autocensura emocional, aparentando fortaleza.
    • Adoptan una postura de hipervigilancia, siempre pendientes de cómo están los demás.
    • Reprimen necesidades naturales, como el juego, la curiosidad o la espontaneidad.

    4. Dinámicas familiares comunes

    El contexto familiar puede variar, pero hay patrones que tienden a repetirse:

    • Padres sobrecargados emocionalmente: Que delegan en sus hijos responsabilidades emocionales, incentivando que una hija adopte el papel de “hija perfecta” para mantener el equilibrio familiar.
    • Entornos conflictivos o inestables: Donde la hija intenta mantener la paz para evitar que las tensiones escalen.
    • Falta de validación emocional: Las emociones del niño se minimizan, se ignoran o se etiquetan como inconvenientes.

    5. Influencia cultural y de género

    Las expectativas sobre las niñas a menudo son diferentes a las de los niños:

    • A las niñas se les enseña a ser cuidadoras, empáticas y “fáciles de llevar”.
    • Se premia el sacrificio y la responsabilidad temprana en detrimento de la diversión o la exploración de sus propios deseos.

    6. ¿Por qué este rol es tan difícil de soltar?

    • Está profundamente arraigado en la identidad: ser la “hija perfecta” se convierte en sinónimo de valía personal.
    • Dejar de cumplir con estas expectativas puede generar culpa y miedo al rechazo.
    • Muchas de estas creencias no son cuestionadas hasta la adultez, cuando los costos emocionales y físicos empiezan a ser ineludibles.

    El impacto en la vida adulta

    • Dificultad para descansar: Vivir siempre en estado de alerta puede hacer que relajarse se sienta como algo “prohibido”.
    • Incapacidad para pedir ayuda: Sentir que las propias necesidades son una carga para los demás.
    • Control como mecanismo de defensa: Una búsqueda constante de controlar el entorno para sentirse segura.
    • Vivir desconectada de las emociones: Ignorar emociones durante años lleva a no reconocerlas ni expresarlas.
    • Normalizar el agotamiento: Vivir cansada, preocupada y estresada como el “estado natural”.

    Testimonios

    La hija cuidadora

    “Desde los 10 años sentí que era responsable de mi madre. Ella me contaba sus problemas con mi padre, y yo trataba de darle consejos o consolarla. Nunca se me ocurrió que eso no era algo que me correspondiera. Ahora, a mis 30 años, sigo sintiéndome responsable de resolver los problemas de todos, incluso cuando me agotan.”
    — Ana, 31 años (nombre ficticio)

    La hija responsable

    “Siempre fui la que sacaba las mejores notas, la que organizaba la casa cuando mis padres trabajaban, la que cuidaba a mis hermanos. Me acostumbré tanto a ese rol que ahora, si no estoy haciendo algo productivo, siento que no tengo valor. Estoy trabajando en aprender a descansar sin culpa.”
    — Laura, 28 años (nombre ficticio)

    La hija en alerta constante

    “Mi padre tenía un carácter muy fuerte, y yo hacía todo para que no se enfadara. Si había tensión en casa, me encerraba en mi cuarto, pero estaba siempre atenta a los ruidos y al tono de las voces. Ahora me doy cuenta de que vivo en alerta, incluso cuando todo está bien. Es como si mi cuerpo no supiera relajarse.”
    — María, 35 años (nombre ficticio)

    La hija madura antes de tiempo

    “Mis padres siempre me decían: ‘Eres tan madura para tu edad’. Yo pensaba que eso era algo bueno, pero ahora entiendo que me forzaron a serlo porque no podían manejar sus propios problemas. Hoy, con 40 años, estoy aprendiendo a pedir ayuda y a dejar de ser la adulta en todas mis relaciones.”
    — Sofía, 40 años (nombre ficticio)

    Sanar desde la raíz: abrazar a tu niña interior

    • Reconocer el sufrimiento: Validar el dolor y la soledad que se vivieron en la infancia.
    • Reescribir la narrativa: Dejar de verse como “la fuerte” y permitirse ser vulnerable.
    • Aprender a pedir ayuda: Romper el mito de la autosuficiencia como sinónimo de éxito.
    • Crear espacios para el descanso: Ver el autocuidado como una prioridad, no un lujo.

    Ejercicios para reconectar con tu niña interior

    1. Escribirle una carta: Hablar con tu niña interior, pedirle perdón y prometer cuidarla.
    2. Mindfulness: Practicar estar presente en el cuerpo, especialmente cuando surgen emociones difíciles.
    3. Terapia psicológica: Buscar apoyo profesional para trabajar patrones de comportamiento y creencias limitantes.
    4. Juegos y creatividad: Recuperar actividades que disfruten juntas (dibujar, bailar, jugar).

    Ser “la hija perfecta” o “la hija que no dio problemas” no es una identidad fija, sino un rol que puede ser transformado. Abrazar a tu niña interior, validar su dolor y cuidarla es el primer paso para construir una vida más plena, conectada y auténtica. Si crees que no puedes realizar ese proceso sola, te podemos ayudar y acompañar a través de este camino hacia tu crecimiento emocional y personal.

    Invitación a reflexionar: ¿Te identificas con alguno de los roles del artículo?

    Es posible que, al leer este artículo, te hayas reconocido en algunas de las historias o sentimientos descritos. Este es un buen momento para detenerte y reflexionar sobre cómo este rol ha podido influir en tu vida.

     

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  • Hijos e hijas de la violencia de género: efectos en la salud mental y emocional en la vida adulta

    Hijos e hijas de la violencia de género: efectos en la salud mental y emocional en la vida adulta

    La exposición a la violencia de género en el entorno familiar durante la infancia y la adolescencia tiene profundos efectos en la salud mental y emocional de las personas, que pueden manifestarse en la vida adulta de diversas formas. Los hijos e hijas que crecen en hogares donde ocurre violencia de género son, directa o indirectamente, víctimas de esta dinámica. Aunque no siempre sean blanco directo de agresiones físicas, el simple hecho de estar presentes en un ambiente de violencia tiene consecuencias significativas.

    Impactos en la salud mental en la vida adulta de los hijos/as de la violencia de género

    1. Trastornos de ansiedad y depresión: La exposición temprana a entornos violentos puede generar una hiperactivación constante del sistema de respuesta al estrés, lo que predispone a problemas de ansiedad crónica, ataques de pánico y depresión.
    2. Trastorno de estrés postraumático (TEPT): Muchos de estos hijos/as pueden revivir los eventos traumáticos mediante flashbacks, pesadillas o una hipervigilancia constante que afecta sus relaciones y bienestar.
    3. Dificultades en la regulación emocional: Las personas que han crecido en un entorno de violencia suelen tener dificultades para identificar, expresar y manejar sus emociones. Esto puede llevar a explosiones de ira, problemas para empatizar o tendencia al aislamiento.
    4. Baja autoestima: La exposición a la violencia de género puede inculcar sentimientos de inutilidad, vergüenza o culpa, lo que afecta la autopercepción y dificulta alcanzar metas personales y profesionales.
    5. Patrones disfuncionales en relaciones: Es común que estas personas repliquen modelos de relación aprendidos, ya sea desde el rol de víctima o agresor/a, o evitando relaciones íntimas por miedo al conflicto.
    6. Consumo de sustancias: Algunas personas recurren a sustancias como forma de afrontar el dolor emocional o la disociación derivada del trauma.

    Consecuencias emocionales en la vida adulta de los hijos/as de la violencia de género

    • Inseguridad y miedo constante: Los niños/as que viven en ambientes violentos pueden desarrollar una desconfianza generalizada hacia el mundo, dificultando su capacidad para construir vínculos seguros.
    • Dificultades para establecer límites: Por la exposición a dinámicas de poder abusivo, es frecuente que estas personas no aprendan a reconocer y defender sus propios límites.
    • Sentimientos de culpa o responsabilidad: En algunos casos, los hijos/as sienten que podrían haber hecho algo para detener la violencia o proteger a uno de sus progenitores.

    ¿Puede un hombre que maltrata a su pareja ser un buen padre?

    A la pregunta sobre si un hombre que ha maltratado a su pareja puede ser un buen padre, mi respuesta, como psicóloga y especialista en violencia de género, apego y trauma, es clara y rotunda: NO. Sin embargo, como el tema toca aspectos éticos, psicológicos y emocionales que impactan a todos los involucrados en la violencia, siento la necesidad de argumentar mi respuesta.

    Un buen padre no se define únicamente por su trato directo hacia los hijos/as, sino también por el ambiente que crea en el hogar y por el modelo de comportamiento que les ofrece. En este caso:

    • Violencia hacia la madre: Ser violento con la pareja implica un incumplimiento fundamental del rol protector y de respeto que un padre debería enseñar.
    • Dinámica familiar tóxica: La violencia no afecta únicamente a la pareja, sino al ecosistema familiar completo, en el cual los hijos/as son participantes obligados.

    Aunque el hombre pueda tener momentos de ternura o apoyo hacia sus hijos/as, estas acciones quedan eclipsadas por el daño causado al hogar como un todo. Ser un buen padre implica más que un trato individual positivo: requiere crear un entorno seguro y saludable.

    La dualidad del rol paterno en la violencia de género

    Es posible que un hombre maltratador hacia su pareja muestre conductas aparentemente afectuosas o protectoras hacia sus hijos. Sin embargo, esta dualidad puede generar disonancia cognitiva en los hijos/as, quienes experimentan sentimientos contradictorios hacia su padre:

    • Por un lado, sienten aprecio por el cuidado o el afecto que reciben directamente.
    • Por otro, son testigos (o, en algunos casos, víctimas colaterales) de la violencia ejercida hacia su madre.

    Esto genera confusión, porque la figura del padre deja de ser consistente y predecible, elementos esenciales para un apego seguro.

     

    Impacto en la vida adulta de los hijos/as de la violencia de género

    1. Confusión moral y emocional: Los hijos/as crecen con un mensaje contradictorio: su padre puede ser amoroso con ellos, pero violento y controlador con su madre. Esto los lleva a cuestionar qué es aceptable en las relaciones y en el comportamiento de las figuras de autoridad.
    2. Normalización de la violencia: Cuando los hijos/as ven que la violencia no tiene consecuencias, pueden asumir que este comportamiento es normal o incluso justificable en determinadas circunstancias.
    3. Lealtad dividida: Los niños/as pueden sentirse obligados a “elegir” entre sus padres, lo cual genera culpa y ansiedad. Podrían querer proteger a su madre, pero también temer o idolatrar a su padre.
    4. Heridas invisibles: Aunque el padre no sea violento directamente con los hijos/as, el ambiente de tensión y control afecta su desarrollo emocional, cognitivo y social. La violencia de género es una forma de maltrato hacia los hijos/as, incluso si no son víctimas directas.
    5. Dificultades en las relaciones futuras: La exposición a estas dinámicas puede influir negativamente en cómo los hijos/as establecen relaciones en la vida adulta, replicando patrones tóxicos o evitando el compromiso por miedo al conflicto.

     

    Definitivamente…

    Un hombre que maltrata a su pareja difícilmente puede cumplir plenamente el rol de un “buen padre”, porque su violencia afecta la estabilidad emocional, el desarrollo y el bienestar de sus hijos/as, independientemente de su trato directo hacia ellos. La ambivalencia que esto genera en los hijos/as tiene un costo emocional significativo, que solo puede ser mitigado con un entorno seguro, consistente y respetuoso.

    Intervención terapéutica en los hijos/as adultos/as de la violencia de género

    La intervención terapéutica con hijos/as adultos/as de la violencia de género tiene como objetivo sanar las heridas emocionales y psicológicas que surgen de crecer en un entorno marcado por la violencia y el control. Estas personas suelen experimentar efectos prolongados en su salud mental, sus relaciones y su autoestima, incluso muchos años después de haber salido de ese entorno.

    1. Psicoterapia individual: Trabajar con una psicóloga/o especializada/o en trauma y violencia de género es esencial para procesar el impacto de la infancia y desarrollar estrategias para el presente.
    2. Grupos de apoyo: Participar en espacios con personas que han vivido experiencias similares puede ser sanador, ofreciendo comprensión y validación.
    3. Educación emocional: Aprender a identificar y gestionar emociones puede marcar un antes y un después en el desarrollo personal.
    4. Prevención y concienciación: Reconocer los efectos intergeneracionales de la violencia de género es clave para romper el ciclo y ofrecer mejores oportunidades a las nuevas generaciones.

    El proceso terapéutico con hijos/as adultos/as de la violencia de género es profundo y transformador. Más allá de sanar las heridas del pasado, permite a estas personas construir una vida más plena y relaciones sanas, libre de las cadenas emocionales y psicológicas impuestas por su historia.

     

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    Sandra Ribeiro

    Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

    Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

    Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

    Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

     

  • Señales de alarma en la adolescencia: cuándo pedir ayuda

    Señales de alarma en la adolescencia: cuándo pedir ayuda

    La adolescencia es una etapa llena de cambios físicos, emocionales y sociales que pueden hacer que el comportamiento de los adolescentes varíe notablemente. Sin embargo, cuando estos cambios son demasiado intensos, persistentes o afectan significativamente su bienestar y funcionalidad, pueden estar señalando problemas de fondo. Aquí algunos signos de alarma a considerar:

    1. Cambios extremos en el estado de ánimo: Pasar de la alegría a la tristeza o la ira de forma abrupta y con alta intensidad, especialmente si persisten en el tiempo, puede ser un indicador de dificultades emocionales.
    2. Aislamiento social: Si el adolescente se aleja de amigos y familiares y evita actividades que antes disfrutaba, podría estar atravesando un problema emocional.
    3. Desempeño académico: Bajadas notables en el rendimiento escolar o pérdida de interés en las clases y las responsabilidades pueden ser signos de que algo no va bien.
    4. Problemas de sueño o apetito: Cambios drásticos en los patrones de sueño (insomnio o dormir excesivamente) o en el apetito (falta de hambre o comer compulsivamente, pérdida o aumento de peso repentino) pueden reflejar altos niveles de ansiedad, depresión, trastornos alimentarios u otros problemas.
    5. Comportamiento impulsivo o riesgoso: La adopción de conductas peligrosas, como el consumo de alcohol, drogas o conductas sexuales arriesgadas, es una señal clara de alarma.
    6. Quejas físicas sin causa médica aparente: Dolores de cabeza, malestar estomacal o fatiga crónica pueden ser síntomas físicos de estrés emocional o problemas psicológicos.
    7. Expresión de ideas suicidas o autolesiones: Comentarios sobre querer “desaparecer” o “no querer estar aquí” o signos de autolesiones son señales de una posible depresión severa o trastorno emocional grave que requiere intervención urgente.

    Cada uno de estos signos debe considerarse en su contexto y, en caso de observarse varios de ellos o notarse que impactan de forma significativa en el bienestar del adolescente, buscar ayuda profesional es esencial.

    “Ya se le pasará”: son cosas de adolescentes (o no)

    Es completamente normal que los adolescentes tengan momentos de altibajos, pero cuando ciertos comportamientos inapropiados o inusuales se prolongan más de 6 semanas, puede ser una señal de que existe un problema de fondo que va más allá de las fluctuaciones propias de la edad. Estos cambios pueden reflejar un conflicto emocional, estrés crónico o incluso un trastorno psicológico que necesita ser atendido por un profesional de la salud mental especializado en adolescentes.

    Por ejemplo, si tu hijo/hija es un/a estudiante que siempre se ha destacado académicamente no debería tener un descenso brusco y sostenido en su rendimiento sin una causa clara. Del mismo modo, si era un/a adolescente que generalmente era sociable y participaba activamente en actividades sociales y familiares no debería aislarse sin una explicación aparente.

    Si estos cambios se mantienen en el tiempo, es recomendable consultar con un/a psicóloga especializado/a en adolescencia para recibir una orientación adecuada. El/la psicólogo/a que trabaja con adolescentes puede ofrecer una evaluación más profunda para identificar si estos comportamientos reflejan algo más serio y guiarte en los pasos a seguir. Detectar y abordar estos cambios a tiempo puede marcar una gran diferencia en el bienestar emocional y psicológico del adolescente.

     

    Escoger tus batallas: Tener una relación sin conflictos con tu adolescente

    Escoger tus batallas es imprescindible en la crianza de adolescentes. Este período de la vida se caracteriza por la necesidad de exploración, independencia y, en muchos casos, un deseo de encontrar y expresar identidad propia. Muchos jóvenes buscan diferenciarse de sus padres o de la sociedad a través de su apariencia o estilo, algo que suele ser temporal e inofensivo. A veces, las decisiones sobre su imagen pueden incluso ser una forma de captar la atención de los padres o de expresar su personalidad en formación.

    Permitirles cierta libertad en elecciones estéticas, como teñirse el pelo, usar ropa inusual o pintarse las uñas de colores llamativos, no solo puede reducir el conflicto en el hogar, sino también fortalecer la confianza mutua. Guardar los “noes” para decisiones que puedan tener consecuencias serias (como el uso de sustancias, tatuajes o piercings permanentes) le permite al adolescente experimentar sin consecuencias duraderas.

    El desarrollo de una comunicación sana con tu hijo adolescente

    Para apoyar la exploración propia de la adolescencia de forma constructiva, es útil abrir un diálogo sobre sus motivaciones. Preguntar amablemente “¿Por qué te gustaría vestirte así?” puede ayudar a entender el significado detrás de sus elecciones y le permitirá sentirse comprendido. También puede ser valioso comentar, de forma neutral, cómo podrían verlo los demás: ofrecer esta perspectiva le ayuda a desarrollar habilidades sociales y conciencia sin imponer juicios de valor.

    ¿Cuándo pedir ayuda profesional de un psicólogo?

    Pedir ayuda profesional de un psicólogo especializado en adolescencia puede marcar una gran diferencia en la vida de un adolescente y su familia, especialmente cuando se presentan dificultades emocionales o conductuales que parecen estar afectando su bienestar o su funcionamiento en la vida diaria. Aquí tienes algunas señales claras de cuándo puede ser el momento adecuado para buscar apoyo:

    1. Cambios negativos en su comportamiento, como aislamiento social, irritabilidad extrema, agresividad o rebeldía, que duran más de seis semanas.
    2. Un descenso marcado y sostenido en las calificaciones o el interés en actividades que antes disfrutaba.
    3. Si tu hijo/a adolescente muestra síntomas como tristeza persistente, desesperanza, ansiedad, preocupación excesiva o dificultad para relajarse.
    4. Si está perdiendo o ganando peso sin causa aparente y/o presenta alteraciones en el sueño.
    5. Si evita a amigos y familiares o deja de participar en actividades sociales, deportivas o académicas sin explicación.
    6. Si expresa pensamientos suicidas, se lastima físicamente o menciona ideas como “me gustaría no estar aquí”, es fundamental buscar ayuda inmediata, ya que estos son signos de un posible trastorno emocional grave.
    7. El uso de sustancias, como alcohol o drogas, y comportamientos riesgosos como la conducción imprudente o las actividades sexuales arriesgadas.
    8. Llanto frecuente, ataques de ira o episodios de ansiedad intensa.

    Consultar con un psicólogo a tiempo permite abordar y resolver estas situaciones de forma adecuada y prevenir problemas mayores en el futuro.

    Ponte en el lugar de tu hijo/a adolescente

    Ponerse en el lugar de un adolescente puede ser una de las maneras más efectivas de crear un ambiente de apoyo y comprensión. La adolescencia es una etapa llena de contradicciones internas y externas, donde los jóvenes oscilan entre querer asumir responsabilidades de adultos y, al mismo tiempo, sentirse inseguros o confundidos por los cambios que experimentan.

    Practicar la empatía significa entender que estas fluctuaciones son naturales. Puedes decirle algo como: “Sé que a veces es difícil decidir entre ser independiente y necesitar ayuda, y eso está bien.” Así le das espacio para experimentar sin sentirse juzgado. Recordarle que sus sentimientos de preocupación o inseguridad son normales también es reconfortante; le ayuda a ver que no hay nada “malo” en él por sentirse de esa manera.

    Además, expresar tu propia comprensión de estos sentimientos, como contarle alguna experiencia propia o mencionar que a ti también te tomó tiempo adaptarte a ciertos cambios, puede ayudarle a sentirse menos solo en su experiencia. Esto no solo fortalece el vínculo emocional, sino que le proporciona una base de confianza y seguridad en la que apoyarse mientras navega esta etapa de su vida.

    En el Centro de Psicología Sandra Ribeiro tenemos un unidad terapéutica especializada en adolescentes y familias. Nuestra experiencia y las valoraciones de nuestros pacientes nos avalan.

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    Sandra Ribeiro

    Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

    Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

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  • El Silencio en la Pareja: La “Ley del Hielo” y Cómo la Terapia Ayuda a Romper el Ciclo

    El Silencio en la Pareja: La “Ley del Hielo” y Cómo la Terapia Ayuda a Romper el Ciclo

    Cuando hablamos de la “Ley del Hielo” en la pareja, nos referimos al silencio prolongado o el trato frío que puede erosionar la relación de pareja. Es un comportamiento donde una persona ignora, evita o castiga con el silencio a la otra, lo cual puede ser un mecanismo de control o una respuesta ante el conflicto.

    El silencio entre una pareja es como una herida invisible que crece con el tiempo, creando distancias que se vuelven imposibles de salvar. Cuando una persona en la relación no logra organizar sus prioridades, el amor se va desgastando poco a poco. La otra, al darlo todo y sentir que su esfuerzo no es valorado, se enfrenta a la difícil decisión de elegir el amor propio. Este proceso, aunque doloroso, es a menudo un acto de autoconservación.

    El amor propio no significa rendirse ante la relación, sino reconocer que el sacrificio sin reciprocidad lleva al desgaste emocional. Elegir el bienestar personal frente a una dinámica desequilibrada puede parecer egoísta, pero en realidad es una decisión necesaria para mantener la salud emocional. Las rupturas basadas en el silencio y la falta de prioridad no ocurren de la noche a la mañana; son el resultado de una acumulación de incomprensión, de necesidades no expresadas y de esfuerzos que se perciben como inútiles.

    Ese silencio, entonces, habla más de lo que las palabras podrían, reflejando el abismo que se ha creado en la relación y el dolor de la desconexión.

    Amor Propio y Autoconservación

    Cuando hablamos de amor propio y de un acto de autoconservación, estamos hablando de una acción que se toma para proteger la propia salud emocional y bienestar, especialmente cuando una persona se siente agotada, no valorada o desatendida en una relación. En este contexto, elegir el amor propio implica reconocer que seguir invirtiendo en una relación donde no hay reciprocidad o donde las necesidades emocionales no se están cumpliendo, puede llevar a un daño mayor.

    En una relación de pareja, si alguien se siente constantemente ignorado, en segundo plano, o si sus necesidades no se priorizan, el estrés y la angustia pueden acumularse. Elegir distanciarse o terminar la relación es una forma de protegerse de ese daño emocional continuo.

    Actuar desde el amor propio y de la autoconservación es poner límites para preservar la propia integridad emocional, en lugar de continuar en una situación que resulta dañina o insostenible.

    Cómo podemos ayudar a una pareja que utiliza el silencio en su relación

    Cuando una pareja llega a terapia en condiciones donde la “Ley del Hielo” es común en su relación, cuando el silencio, la falta de prioridades o la desconexión emocional están afectando la relación, el trabajo terapéutico puede ofrecer un espacio seguro y estructurado para abordar esos desafíos. Desde la terapia de pareja con un/a psicólogo/a especializado/a, se pueden implementar varias intervenciones para ayudar a la pareja a reconstruir su comunicación y sanar las heridas emocionales. Algunas de las áreas que trabajamos en terapia de parejas que utilizan el silencio en su relación son:

    1. Fomentar la comunicación efectiva

    El silencio puede surgir de la incapacidad o el miedo de expresar lo que realmente se siente o de castigar a la otra persona por la falta de habilidades para comunicarse de forma efectiva. A través de ejercicios y técnicas de comunicación asertiva, el/la psicólogo/a ayuda a ambas partes a verbalizar sus emociones y necesidades de manera respetuosa y sin culpa. Esto incluye enseñar a escuchar activamente y validar los sentimientos del otro.

    1. Explorar las dinámicas de poder y prioridades

    A menudo, el desajuste en las prioridades dentro de la pareja puede generar resentimiento y desconexión. La terapia de pareja puede ayudar a identificar los patrones donde uno de los miembros de la pareja se siente ignorado o desplazado. Esto permite explorar por qué esas dinámicas se han establecido y cómo cambiarlas para que ambos se sientan valorados.

    1. Identificar y trabajar los resentimientos acumulados

    El silencio o la “Ley del Hielo” en una relación es frecuentemente un reflejo de resentimientos no expresados. El/la psicólogo/a puede guiar a la pareja para que reconozca esos sentimientos y los trabaje de manera constructiva. Desenredar esos resentimientos puede abrir espacio para el perdón y la reparación emocional.

    1. Reforzar la autonomía y el amor propio

    Es fundamental que ambas partes mantengan su individualidad y amor propio. En ocasiones, uno de los miembros de la pareja ha dado tanto que se siente emocionalmente agotado. En este sentido, la terapia de pareja puede enfocarse en reequilibrar la relación, ayudando a que cada uno encuentre maneras de mantener su bienestar individual sin que esto signifique desconexión de la relación.

    1. Trabajar con expectativas realistas

    Muchas veces, el dolor en una relación surge cuando las expectativas no se cumplen, ya sea por falta de claridad o por esperar más de lo que la otra persona puede ofrecer. La terapia de pareja puede ayudar a establecer expectativas más realistas y alcanzables, ajustándose a la capacidad emocional de ambos.

    1. Desarrollar estrategias de resolución de conflictos

    El conflicto es parte de cualquier relación, pero cómo se maneja marca la diferencia. En terapia, la pareja puede aprender a resolver los conflictos de manera que no se conviertan en luchas de poder o motivos de separación, sino en oportunidades de crecimiento.

    ¿La terapia de pareja puede salvar nuestra relación?

    Es crucial que las parejas comprendan que el rol de un/a psicólogo/a de pareja no es “salvar” la relación a toda costa, sino trabajar en el bienestar emocional de cada individuo dentro de la pareja, ya sea para fortalecer la relación o para ayudar a una separación saludable y respetuosa. La decisión siempre será de la pareja.

    Fortalecer el vínculo emocional

    Si bien la terapia no garantiza que la relación continúe, sí puede ayudar a la pareja a reconectar emocionalmente. A través de ejercicios que refuercen la intimidad y la conexión, es posible que redescubran los lazos que los unieron en primer lugar y encuentren nuevas formas de nutrir ese vínculo.

    Tomar decisiones informadas

    En algunos casos, la pareja puede llegar a la conclusión de que la relación ya no es viable, y la terapia puede proporcionar un entorno seguro para tomar esa decisión de manera reflexiva, sin culpas ni rencores. El/la psicólogo/a puede guiar a la pareja para que cierre ese ciclo de manera sana y constructiva.

    La terapia puede ser un espacio transformador para una pareja en crisis, donde el objetivo no es simplemente evitar la separación, sino facilitar una comunicación más saludable y permitir que cada persona se sienta escuchada, valorada y en conexión consigo misma y con su pareja.

    El objetivo central de la terapia de pareja es ofrecer un espacio donde ambos miembros puedan explorar sus emociones, necesidades, expectativas y patrones de interacción. La meta es ayudarles a tomar decisiones informadas sobre el futuro de la relación, con el bienestar individual como prioridad. Si la relación se puede restaurar y ambos están dispuestos a trabajar en ella, la terapia de pareja puede facilitar ese proceso. Pero si lo mejor para ambos es separarse, la terapia también debe apoyarles en esa transición de manera que se minimicen los daños emocionales y se promueva el respeto mutuo.

    Es fundamental que las parejas entiendan que:

    • El bienestar emocional individual es primordial: La salud mental y emocional de cada persona es la prioridad, independientemente de que la relación continúe o no.
    • No siempre es necesario “salvar” la relación: Hay situaciones donde la mejor decisión para ambos es una separación saludable, especialmente si continuar juntos podría causar más dolor o resentimiento.
    • El crecimiento personal es esencial: El objetivo no es que los miembros de la pareja sacrifiquen su bienestar personal por la relación, sino que crezcan tanto individualmente como en pareja. Si ese crecimiento no es posible juntos, separarse puede ser el camino adecuado. Recuerda: La decisión siempre será de la pareja.

    La terapia de pareja ofrece herramientas para que ambos se comprendan mejor, tomen decisiones basadas en sus valores y necesidades y, si es necesario, transiten hacia una separación con el menor sufrimiento posible.

    Mi pareja no quiere ir a terapia

    Cuando uno de los miembros de la pareja no quiere ir a terapia, el otro puede y debe ir solo a terapia. Aunque idealmente la terapia de pareja implica la participación de ambos, trabajar individualmente con un/a psicólogo/a puede ser muy útil para abordar los desafíos que estás enfrentando en la relación, incluidos problemas como la Ley del Hielo o el silencio en la pareja.

    Beneficios de ir solo/a a terapia:

    1. Explorar tus emociones y necesidades: A través de la terapia individual, puedes profundizar en cómo el comportamiento de tu pareja, como el silencio o la negativa a acudir a terapia, te está afectando emocionalmente. Esto te permitirá tener una mayor claridad sobre tus propias necesidades y expectativas dentro de la relación.
    2. Desarrollar estrategias para manejar el conflicto: Un/a psicólogo/a especializado/a puede ayudarte a identificar formas más efectivas de manejar la situación sin caer en dinámicas destructivas, como el resentimiento o el distanciamiento emocional. Puedes aprender nuevas herramientas de comunicación para abordar el problema, incluso si tu pareja no está lista para hablar o buscar ayuda.
    3. Trabajar en tus límites y amor propio: Es importante que, mientras intentas salvar la relación, también te concentres en proteger tu bienestar emocional. La terapia puede ayudarte a fortalecer tu amor propio y a establecer límites saludables en tu relación, evitando que el comportamiento de tu pareja te dañe aún más.
    4. Tomar decisiones más informadas: Si la relación sigue siendo insostenible o tu pareja sigue rehusándose a trabajar en el problema, la terapia individual puede ayudarte a evaluar si es mejor continuar en la relación o si es más saludable considerar otras opciones.

    ¿Cómo abordar la situación con tu pareja?

    El hecho de que vayas solo/a a terapia también puede ser un modelo positivo para tu pareja. A veces, al ver que estás tomando la iniciativa para mejorar la situación, la otra persona puede reflexionar y, eventualmente, estar más abierta a la idea de asistir a terapia. Sin embargo, aunque esto no ocurra, trabajar en ti mismo/a y en cómo manejas la relación sigue siendo una inversión en tu bienestar.

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  • Ayudar a mi hijo adolescente a gestionar sus emociones: Ir a terapia, el gran desafío

    Ayudar a mi hijo adolescente a gestionar sus emociones: Ir a terapia, el gran desafío

    Ayudar a un hijo adolescente a gestionar sus emociones y conectar con la terapia es un desafío común para muchas familias, ya que la adolescencia es una etapa caracterizada por grandes cambios emocionales, hormonales y sociales. Aquí algunos aspectos clave en los que la terapia puede ser fundamental tanto para el adolescente como para la familia:

    1. Reconocer la importancia del apoyo terapéutico para tu hijo adolescente

    La terapia proporciona un espacio seguro para que el/la adolescente explore sus emociones sin sentirse juzgado/a y aprenda estrategias para gestionarlas de manera saludable. Esto es especialmente valioso cuando la comunicación con los padres se complica o hay dificultades para expresar lo que siente.

    1. Fomentar la regulación emocional en la adolescencia

    Un/a psicólogo/a puede enseñar al/a la adolescente estrategias para identificar y gestionar sus emociones. Técnicas como la respiración profunda, el manejo del estrés o las estrategias de solución de conflictos pueden ayudarles a no ser reactivos ante situaciones difíciles, y en lugar de eso, pensar antes de actuar.

    1. Fortalecer la relación entre padres e hijos adolescentes

    Además de la terapia con el/la adolescente, tenemos sesiones con los padres para darles pautas para una mejor comunicación y convivencia en la familia.

    IMPORTANTE: Las sesiones con los padres no son para contarles lo que nos comenta el/la adolescente en sesión, sino para que acompañen el progreso de su hijo/a y reciban pautas de convivencia. Lo más importante es ayudar a su hijo adolescente a gestionar sus emociones con estrategias y recursos saludables.

    Otra opción es la terapia familiar. La terapia familiar puede ser una excelente herramienta para mejorar la comunicación dentro de la familia poniendo el foco en todos los miembros del sistema familiar. El/la psicólogo/a actúa como mediador/a, ayudando a los padres a entender las dificultades emocionales de su hijo/a y viceversa, lo que puede reducir tensiones y malentendidos.

    1. Promover la autoconciencia en la adolescencia

    La adolescencia es un momento clave para el desarrollo de la identidad. A través de la terapia, el/la adolescente puede aprender a identificar sus propios valores, habilidades y áreas que necesita mejorar, promoviendo un sentido de autocontrol y autoestima.

    1. Construcción de redes de apoyo

    Los/las adolescentes a menudo se sienten aislados/as, pero en terapia pueden aprender la importancia de una red de apoyo sólida. Esto incluye no solo a su familia, sino también a amigos y otros adultos de confianza, lo que contribuye a un entorno más positivo y de apoyo.

    1. Involucrar a la familia en el proceso terapéutico del adolescente

    Como hemos comentado, la terapia no solo se centra en el/la adolescente, sino también en la dinámica familiar. Involucrar a los padres y hermanos en sesiones puede ser esencial para generar un cambio sistémico (familiar). De esta manera, se aborda el manejo emocional como un esfuerzo colectivo, ayudando a todos a trabajar juntos para crear un ambiente más equilibrado.

    1. Psicoeducación para todos

    El/la psicólogo/a también puede proporcionar a la familia herramientas para entender el proceso adolescente y las emociones que acompañan a esta etapa. Esto puede incluir educación sobre el cerebro adolescente, lo que reduce la frustración de los padres al entender que muchas reacciones son parte del desarrollo natural.

    En resumen, la ayuda terapéutica en la vida de un/a adolescente y su familia puede ser una pieza clave para manejar las emociones y mejorar la dinámica familiar, promoviendo el bienestar emocional y el crecimiento de todos los miembros de la familia.

    Mi hijo/a adolescente no quiere ir a terapia

    Es muy común que los/as adolescentes en plena rebeldía se muestren resistentes a la idea de asistir a terapia, ya que esta etapa está marcada por una búsqueda de independencia y rechazo a la autoridad, incluidos los padres o cualquier figura que ellos perciban como tal, como un/a psicólogo/a. Sin embargo, los/as psicólogos/as especializados/as en adolescentes están capacitados/as para manejar esta resistencia de una manera que invita al/a la adolescente a participar y regresar a futuras sesiones. Aquí algunos enfoques que pueden ayudar:

    1. Crear una conexión inicial sin presión

    En la primera sesión, el/la psicólogo/a generalmente se enfocará en construir una conexión con el/la adolescente sin imponer expectativas altas. El objetivo es que el/la joven se sienta escuchado/a y comprendido/a, en lugar de sentirse evaluado/a o juzgado/a. El/la psicólogo/a puede abordar temas de interés del adolescente para establecer un lazo y generar confianza, como su música favorita, deportes, amigos o temas que le generan comodidad.

    1. Validar sus emociones y puntos de vista

    Un/a adolescente que siente que sus emociones no son validadas o que constantemente es corregido/a, probablemente se cerrará más. Un/a psicólogo/a efectivo validará sus sentimientos sin trivializarlos ni imponerle soluciones. Esta validación puede ayudar al/a la joven a ver el espacio terapéutico como un lugar donde sus emociones importan y no serán rechazadas.

    1. Mantener una postura neutral y sin autoridad

    Los/las adolescentes a menudo rechazan la terapia cuando sienten que el/la psicólogo/a actúa como una extensión de la autoridad paterna/materna. Un/a buen/a psicólogo/a mantendrá una postura neutral, evitando alinearse con los padres y centrándose en las necesidades y preocupaciones del/de la adolescente. Al evitar sermones o recomendaciones autoritarias, el/la psicólogo/a puede evitar que el/la joven lo perciba como una figura de control.

    1. Explicar el propósito de la terapia de manera clara

    Muchos/as adolescentes rechazan la terapia porque no entienden para qué es realmente. El/la psicólogo/a puede explicar en términos claros y accesibles cómo la terapia puede ayudarles a mejorar aspectos de su vida, como las relaciones, la gestión de emociones o los problemas que los agobian (estrés escolar, relaciones con amigos, familia, etc.). Si entienden el beneficio para ellos/as, es más probable que continúen asistiendo.

    1. Generar expectativas realistas

    Los/las adolescentes, como cualquier persona, buscan resultados tangibles. Un/a psicólogo/a experimentado/a puede trabajar en objetivos que sean significativos para el/la adolescente desde el principio. Esto puede ser algo tan simple como aprender a manejar mejor una situación en casa o reducir el estrés por los estudios. Al establecer metas claras y alcanzables, el/la adolescente puede ver valor en seguir asistiendo.

    1. Darles una sensación de control

    Permitir que el/la adolescente tenga cierto control sobre el proceso terapéutico puede ser crucial. El/la psicólogo/a puede darle opciones sobre los temas que desea abordar o cómo prefiere trabajar en sesión, lo que reduce la sensación de imposición. Esta autonomía puede hacer que el/la adolescente se sienta más dueño/a de su proceso.

    1. Adaptar el estilo terapéutico al/a la adolescente

    El/la psicólogo/a puede ajustar su enfoque dependiendo del tipo de resistencia o personalidad del/de la adolescente. Algunos/as jóvenes responden bien a terapias más creativas o dinámicas, como el uso de metáforas, narrativas, arte o juegos. Otros/as pueden preferir un enfoque más directo o práctico, dependiendo de su temperamento y estilo de comunicación.

    1. Mantener la confidencialidad

    A los/las adolescentes les preocupan que lo que hablan en terapia llegue a oídos de sus padres. Como ya hemos comentado, un/a buen/a psicólogo/a enfatiza la confidencialidad del proceso, dejando claro que lo que se hable en las sesiones no será compartido sin su consentimiento, excepto en casos de riesgo. Esto genera un espacio seguro donde el adolescente se siente más libre para abrirse.

    1. Paciencia y tiempo

    El proceso terapéutico con adolescentes rebeldes puede ser lento. El/la psicólogo/a sabe que no siempre se obtendrán resultados inmediatos, pero la clave es mantener el espacio abierto, respetuoso y sin presiones, para que el/la adolescente regrese por decisión propia.

    En resumen, el éxito en que un/a adolescente regrese a terapia radica en la habilidad del/de la psicólogo/a para construir una relación basada en el respeto, la empatía y la autonomía. La primera sesión es crucial, ya que puede determinar si el/la joven siente que ese es un lugar donde puede expresarse libremente. Ayudar a un hijo adolescente a gestionar sus emociones y conectar con la terapia no es fácil, pero con la ayuda correcta, se puede conseguir.

    En el Centro de Psicología Sandra Ribeiro tenemos un unidad terapéutica especializada en adolescentes y familias. Nuestra experiencia y las valoraciones de nuestros pacientes nos avalan.

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    Sandra Ribeiro

    Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

    Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

    Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

    Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

  • Cuando tú eres considerado “El Problema”: Señales de patrones familiares disfuncionales

    Cuando tú eres considerado “El Problema”: Señales de patrones familiares disfuncionales

    Si tú eres la única persona que reconoce la existencia de patrones familiares disfuncionales, probablemente serás tratada como “el problema”.

    Esto es algo que ocurre con frecuencia en familias con patrones disfuncionales. Cuando alguien comienza a señalar o cuestionar estos patrones, puede generar incomodidad o resistencia en los demás miembros de la familia. Esta resistencia surge porque el comportamiento disfuncional suele estar normalizado dentro del grupo, y reconocerlo implicaría un cambio en la dinámica familiar que muchos podrían no estar dispuestos o no saber cómo enfrentar.

    Cuando eres la única persona que ve y señala estos problemas, es común que los demás te etiqueten como “el problema” o que intenten minimizar o desacreditar tus observaciones. Esto puede manifestarse a través de acusaciones de que eres demasiado sensible, conflictivo, o que estás exagerando. Es una forma de defensa para proteger la estructura familiar tal como está y evitar enfrentar los cambios necesarios.

    Si te encuentras en esta situación, es importante recordar que tu percepción es válida. Buscar apoyo externo, como la ayuda de un/a psicólogo/a especializado/a, puede ser crucial para mantener tu perspectiva clara y aprender cómo manejar estas dinámicas de manera saludable.

    Cómo identificar las dinámicas de las familias disfuncionales

    Las dinámicas de las familias disfuncionales suelen ser complejas y variadas, pero hay algunos patrones comunes que se pueden observar. A continuación, se describen algunas de estas dinámicas:

     

    1. Roles rígidos y disfuncionales
    •   El héroe: Un miembro de la familia que se siente responsable de mantener la paz y la apariencia de normalidad. A menudo asume una gran carga de responsabilidades, intentando compensar las deficiencias de los otros miembros.
    •   El chivo expiatorio: La persona a la que se culpa por los problemas familiares. Este rol permite a otros evitar enfrentarse a sus propias conductas disfuncionales.
    •   El cuidador o rescatador: Alguien que trata de “arreglar” a los demás, sacrificando su bienestar personal. Este rol puede perpetuar la dependencia o la irresponsabilidad de otros miembros.
    •   El rebelde: Alguien que se opone constantemente a la autoridad familiar, muchas veces como una forma de expresar su frustración por la disfunción.
    •   El niño perdido: Un miembro que se retira emocionalmente y evita la interacción para escapar del conflicto.
    1. Falta de comunicación efectiva
    •   Comunicación indirecta: Las personas no expresan sus sentimientos o necesidades directamente, lo que puede llevar a malentendidos y resentimientos.
    •   Secretos familiares: La ocultación de información importante para mantener la “apariencia” familiar. Estos secretos pueden causar desconfianza y aislamiento entre los miembros.
    •   Evitar confrontaciones: Las conversaciones difíciles son ignoradas o reprimidas, lo que evita la resolución de conflictos y perpetúa la disfunción.
    1. Límites poco claros o inexistentes
    •   Fusión emocional: Falta de independencia entre los miembros de la familia, donde los límites personales no se respetan. Esto puede manifestarse en la invasión de la privacidad o la falta de autonomía.
    •   Aislamiento: Algunos miembros pueden aislarse como una forma de protegerse de la dinámica disfuncional, lo que puede llevar a la desconexión emocional dentro de la familia.
    1. Control y manipulación
    •   Controlador: Un miembro de la familia, a menudo uno de los padres, intenta controlar las decisiones, comportamientos y emociones de los demás. Esto puede ser a través de la crítica constante, la culpa o la manipulación emocional.
    •   Dependencia emocional: Se promueve la dependencia en lugar de la autonomía, donde un miembro necesita constantemente la aprobación o el apoyo de otro para sentirse valioso o seguro.
    1. Negación y minimización
    •   Negación de problemas: Los problemas serios son ignorados o negados. Esto puede incluir la negación de abuso, adicciones, o cualquier comportamiento disfuncional.
    •   Minimización de emociones: Los sentimientos y experiencias de los miembros de la familia se minimizan o se descartan, lo que puede llevar a una baja autoestima y dificultades para expresar emociones en el futuro.
    1. Favoritismo y rivalidad
    •   Favoritismo: Un miembro de la familia es claramente favorecido sobre los demás, lo que puede generar resentimiento y rivalidad entre hermanos.
    •   Comparaciones constantes: Los miembros de la familia son comparados entre sí, creando un ambiente competitivo y hostil.
    1. Ciclos de abuso
    •   Abuso físico, emocional o verbal: Puede haber dinámicas de abuso que se repiten, donde un miembro de la familia ejerce poder sobre otro a través de la violencia o el maltrato.
    •   Ciclos de disculpas y perdón: Después de un episodio de abuso, el abusador puede disculparse o prometer cambiar, solo para repetir el comportamiento, atrapando a la familia en un ciclo destructivo.
    1. Negligencia emocional
    •   Desatención: Las necesidades emocionales de los miembros, especialmente de los niños, son ignoradas o no se satisfacen adecuadamente, lo que puede llevar a sentimientos de inseguridad y falta de valía.
    1. Incapacidad para manejar conflictos
    •   Explosiones de ira: Los conflictos a menudo se manejan con enojo y gritos en lugar de discusión calmada y razonada.
    •   Evasión de conflictos: Por el contrario, los conflictos pueden ser evitados por completo, lo que impide que se resuelvan y contribuye a la acumulación de resentimiento.

    Estas dinámicas pueden tener efectos duraderos en los miembros de la familia, afectando su capacidad para formar relaciones saludables en el futuro. Reconocer y trabajar en estas dinámicas, a menudo con la ayuda de un/a psicólogo/a especializado/a, es un primer paso crucial para romper el ciclo de disfunción.

    ¿Cómo reconocer que soy el chivo expiatorio?

    Ser el chivo expiatorio en una familia disfuncional puede ser una experiencia dolorosa y confusa. A continuación, te doy algunas señales para reconocer si estás en este rol:

    1. Recibes la culpa desproporcionadamente
    •   Culpa por los problemas familiares: Te culpan por conflictos, fracasos o tensiones familiares, incluso cuando no eres responsable. Eres visto como la causa de los problemas, aunque estén más allá de tu control.
    •   Culpabilidad constante: Te sientes constantemente culpable o responsable, incluso por cosas que no tienen nada que ver contigo.
    1. Eres el foco de la crítica y el maltrato
    •   Crítica constante: Te critican más que a otros miembros de la familia, y cualquier error o defecto en tu comportamiento se magnifica.
    •   Comparaciones negativas: Constantemente te comparan desfavorablemente con otros miembros de la familia o personas externas.
    1. Eres excluido o tratado de manera diferente
    •   Aislamiento emocional: Te sientes aislado emocionalmente del resto de la familia. No se te incluye en decisiones importantes o actividades familiares.
    •   Favoritismo hacia otros: Observas que otros miembros de la familia reciben un trato más favorable, mientras que tú eres constantemente pasado por alto o ignorado.
    1. Te usan para evitar enfrentar problemas más profundos
    •   Proyección de problemas: Los miembros de la familia proyectan sus propios problemas, inseguridades o frustraciones sobre ti. Esto les permite evitar lidiar con sus propios asuntos.
    •   Distracción de los verdaderos problemas: Culparte a ti sirve como una distracción para que la familia no tenga que enfrentar problemas más serios o arraigados en la dinámica familiar.
    1. Tus logros y cualidades son minimizados
    •   Minimización de tus logros: Cuando logras algo positivo, se resta importancia o se encuentra alguna forma de criticarlo.
    •   Falta de reconocimiento: Rara vez recibes elogios o reconocimiento, incluso cuando te esfuerzas o haces algo valioso.
    1. Sientes una carga emocional desproporcionada
    •   Estrés y ansiedad constantes: Vives en un estado constante de estrés o ansiedad, preocupado por cómo los demás van a reaccionar a lo que haces o dices.
    •   Sentimientos de inadecuación: Te sientes inadecuado o insuficiente, creyendo que nunca serás capaz de complacer a los demás, sin importar cuánto lo intentes.
    1. La familia te responsabiliza de sus emociones
    •   Responsabilización emocional: Se espera que manejes las emociones negativas de otros, y te culpan cuando no puedes o no quieres hacerlo.
    •   Sentimientos de sobrecarga: Puedes sentir que llevas una carga emocional que no es tuya, como si fueras responsable del bienestar emocional de los demás.
    1. Los conflictos nunca se resuelven a tu favor
    •   Resolución de conflictos injusta: Cuando surgen conflictos, generalmente se resuelven a favor de otros miembros de la familia, mientras que tus preocupaciones y necesidades son ignoradas o minimizadas.
    •   Sentimiento de impotencia: Te sientes impotente para cambiar la situación, como si nada de lo que digas o hagas pudiera mejorar las cosas.
    1. Sientes una desconexión emocional con la familia
    •   Falta de apoyo emocional: Sientes que no tienes el apoyo emocional de tu familia y que tus sentimientos y experiencias no son validados.
    •   Sensación de no pertenecer: Puedes sentir que no encajas o que no perteneces a la familia, como si fueras diferente o menos importante que los demás.
    1. Tu bienestar emocional se ve afectado
    •   Baja autoestima: Tu autoestima puede ser baja debido a años de crítica y culpa.
    •   Sentimientos de soledad: Te sientes solo, incluso cuando estás con tu familia, debido a la falta de conexión y apoyo genuino.

    ¿Qué puedes hacer?

    Reconocer que eres el chivo expiatorio es el primer paso para romper este patrón. Algunas acciones que puedes tomar incluyen:

    •   Buscar apoyo externo: Hablar con un/a psicólogo/a especializado/a puede ayudarte a entender mejor tu situación y a desarrollar estrategias para lidiar con ella.
    •   Establecer límites: Aprende a establecer límites claros con los miembros de la familia para protegerte emocionalmente.
    •   Reconocer tu valor: Trabaja en tu autoestima y recuerda que no eres responsable de los problemas familiares.
    •   Buscar aliados: Si hay otros miembros de la familia que puedan apoyarte, intenta formar una alianza para evitar ser aislado.
    •   Considerar la distancia emocional: En algunos casos, puede ser necesario crear cierta distancia emocional o física de la familia para proteger tu bienestar.

    Es importante recordar que no estás solo y que es posible salir de esta dinámica con el tiempo y el apoyo adecuado.

    ¿Tengo que buscar ayuda profesional de un psicólogo?

    Buscar ayuda profesional de un/a psicólogo/a especializado/a puede ser muy beneficioso si te reconoces en el rol de chivo expiatorio o si sientes que estás atrapado en una dinámica familiar disfuncional. Aquí te doy algunas razones para considerar esta opción:

    1. Validación y comprensión

    Un/a psicólogo/a especializado/a puede ayudarte a comprender mejor tu situación y validar tus sentimientos. A menudo, en familias disfuncionales, los miembros no reconocen ni validan el dolor emocional del chivo expiatorio, lo que puede llevar a la confusión y la duda. Un profesional te ayudará a aclarar tus emociones y experiencias.

    1. Desarrollo de habilidades para el manejo de la situación

    Un/a psicólogo/a especializado/a puede enseñarte técnicas para establecer límites saludables, manejar el estrés y la ansiedad, y comunicarte de manera efectiva con tu familia. Estas habilidades son cruciales para proteger tu bienestar emocional y evitar ser atrapado en patrones disfuncionales.

    1. Construcción de autoestima

    Si has estado en el rol de chivo expiatorio durante mucho tiempo, es posible que tu autoestima haya sufrido. Un/a psicólogo/a especializado/a puede trabajar contigo para reconstruir tu autoestima, ayudándote a reconocer tu valor independiente de la opinión de los demás.

    1. Exploración de opciones

    A veces, la solución puede implicar tomar decisiones difíciles, como distanciarte emocional o físicamente de la familia. Un/a psicólogo/a especializado/a puede guiarte a través de este proceso, ayudándote a evaluar tus opciones de manera clara y con apoyo.

    1. Prevención de efectos a largo plazo

    Las dinámicas familiares disfuncionales pueden tener efectos duraderos en la salud mental, como ansiedad, depresión o dificultades en relaciones futuras. Trabajar con un/a psicólogo/a especializado/a puede ayudarte a sanar y a prevenir que estos patrones afecten otras áreas de tu vida.

    1. Espacio seguro para expresarte

    A menudo, en una familia disfuncional, puede ser difícil encontrar un espacio seguro para expresar tus sentimientos sin ser juzgado o atacado. Un/a psicólogo/a especializado/a te ofrece un entorno confidencial y seguro donde puedes hablar libremente.

    1. Clarificación de la realidad

    Estar en una familia disfuncional puede distorsionar tu percepción de la realidad, haciéndote cuestionar tus propios sentimientos y experiencias. Un/a psicólogo/a especializado/a puede ayudarte a recuperar una perspectiva más clara y objetiva de tu situación.

    Cuando es especialmente importante buscar ayuda

    Considera buscar ayuda profesional si:

    •   Te sientes abrumado/a o atrapado/a por la dinámica familiar.
    •   Estás experimentando síntomas de depresión, ansiedad o estrés crónico.
    •   Tu autoestima ha sido gravemente afectada.
    •   Tienes dificultad para establecer o mantener relaciones saludables fuera de la familia.
    •   Estás considerando tomar decisiones importantes, como distanciarte de la familia, y necesitas apoyo en el proceso.

    Buscar ayuda profesional no es un signo de debilidad, sino una forma de cuidarte y de tomar pasos activos hacia tu bienestar emocional. Un/a psicólogo/a especializado/a puede ser un/a aliado/a valioso en tu camino hacia una vida más saludable y equilibrada.

     

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  • Reconociendo el Maltrato Psicológico en la Pareja: Señales y Efectos de la Manipulación Emocional

    ESTE ES TU PRIMER PASO

    El Centro de Psicología Sandra Ribeiro es un Centro Sanitario Autorizado por la Comunidad de Madrid con N.º CS19965, localizado en Majadahonda.

    Las psicólogas que colaboran con el Centro están especializadas en las más diversas problemáticas psicológicas, así como en asesoramiento y desarrollo personal.

    Ponemos a tu disposición servicios de terapia individual con adultos, niños, adolescentes, terapia de pareja y terapia familiar. Atendemos de forma presencial y online, en español, en inglés y en portugués. Todo ello, bajo una actitud de escucha, proximidad, ética profesional y total confidencialidad.

    Nuestro enfoque Sistémico, Humanista e Integrador nos permite apoyar nuestra intervención en la relación terapéutica bien estructurada, es decir, una relación humana basada en el respeto, la cercanía y la honestidad. Nuestra intervención terapéutica está basada en tratamientos de eficacia comprobada recogidos de las propuestas mundiales con credibilidad y evidencia científica.

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    Desde una actitud de escucha, proximidad, ética profesional y total confidencialidad, nuestras intervenciones buscan tratar cada caso con la individualidad que merece. Cada persona tiene unas necesidades diferentes, por ello, cada intervención estará adaptada para ayudar a esta persona en particular, respetando su tiempo.

    Tras la primera toma de contacto y ya en la primera sesión, empezamos una fase de evaluación en la que abordaremos tus necesidades, recogiendo datos que nos puedan ayudar a explorar el problema, saber cómo éste se manifiesta y cómo afecta a tu vida diaria. Toda la información recogida en esta fase nos ayudará a trazar, conjuntamente contigo, una línea en la que centraremos nuestra intervención y en la que podamos trabajar sobre los objetivos y las metas que deseas alcanzar y la mejor forma de conseguirlos. Por último, en la fase de seguimiento, evaluaremos los objetivos alcanzados y plantearemos estrategias para prevenir posibles recaídas.

    Es verdad que terapeuta y paciente caminaremos juntos durante todo el proceso terapéutico, pero eres tú quien tendrá un papel principal en este viaje.

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