Author: CamyllaRibeiro_beta

  • Rutinas reales para vidas reales: No necesitas una rutina perfecta, sino una rutina que te funcione

    Rutinas reales para vidas reales: No necesitas una rutina perfecta, sino una rutina que te funcione

    Terapia para Adultos

    Cómo trabajamos

    En esta fase de evaluación abordamos tus necesidades recogiendo datos que nos ayuden a explorar el problema, cómo se manifiesta y como afecta a tu vida diaria.

    Toda esta información nos ayuda a trazar contigo una linea en la que se centrara nuestra intervención y en la que se podrá trabajar sobre los objetivos y las metas que se desean alcanzar y la mejor forma de conseguirlos.

    Por último en la fase de seguimiento evaluaremos los objetivos alcanzados y platearemos estrategias para prevenir posibles recaídas.

    (Introducción a la epxlicación)

    La modalidad de terapia para adultos consiste en un proceso de enfoque individual en el que, a través de sesiones periódicas en un ambiente de total privacidad y confidencialidad, se detecta y se define el problema y las posibles causas que lo genera. Posteriormente, se aborda cada una de estas causas, conociendo sus síntomas y averiguando cómo y para qué surgen. También se exploran los recursos que dispones para solucionar el problema y se crean nuevas estrategias de afrontamiento.

    Es muy importante conocerse a sí mismo, ya que el autoconocimiento es la primera condición para cambiar. El objetivo de la terapia para adultos es que consigas este autoconocimiento y que puedas identificar las emociones no saludables y disponer de un abanico de herramientas para hacer frente a las circunstancias de tu vida de la manera más eficaz y menos dañina.

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  • Rutinas reales para vidas reales: No necesitas una rutina perfecta, sino una rutina que te funcione

    Rutinas reales para vidas reales: No necesitas una rutina perfecta, sino una rutina que te funcione

    Vivimos en una cultura obsesionada con la idea de la rutina perfecta, la rutina ideal. Desde que suena el despertador, muchas personas sienten que están corriendo detrás de un ideal inalcanzable: levantarse a las 6:00, hacer ejercicio, meditar, desayunar sano, trabajar con foco, ser productivas, tener tiempo para sí mismas, socializar, leer, descansar, dormir ocho horas… todo en 24 horas. ¿Te suena?

    Lo curioso es que muy pocas veces nos detenemos a preguntarnos:
    ¿Perfecta para quién?

    Porque cuando tratamos de encajar en algo que no está hecho para nosotros/as, el coste es alto. Encajar conlleva una forma de mutilación.

    • Si intentas encajar en un pantalón que no es de tu talla, terminas con marcas en la piel.
    • Si intentas encajar en un grupo donde no te sientes libre, acabas silenciándote.
    • Si intentas encajar en una relación de pareja que te exige dejar de ser tú, te desgastas.

    Lo mismo ocurre con la rutina.
    La rutina de tu amiga, tu vecina o la influencer que sigues en Instagram puede funcionarles a ellas, pero eso no significa que te funcionará a ti. Compararnos solo alimenta la frustración y la desconexión con nuestras propias necesidades y ritmos.

    Una rutina no es un escaparate. Es una herramienta.

    No tiene que ser perfecta. Tiene que sostenerte. Tiene que adaptarse a tu cuerpo, a tus horarios reales, a tu energía de hoy (no la que te gustaría tener), a tus emociones, a tu historia. Una buena rutina es la que te ayuda a sentirte mejor, no la que te genera culpa por no cumplirla.

    La trampa del “debería” y la desconexión interna

    Vivimos cargados de frases como “debería levantarme antes”, “debería ser más productiva”, “debería meditar cada día”, “debería tener más fuerza de voluntad”.
    Ese “debería” constante nos desconecta de una pregunta esencial: ¿qué necesito yo, ahora?
    Cuando estamos regidos por el “debería”, no escuchamos al cuerpo ni a las emociones. Nos colocamos en piloto automático, forzando una rutina que tal vez no nos representa, solo para cumplir con una imagen idealizada de lo que creemos que es una vida equilibrada.
    Pero el equilibrio no se alcanza desde la exigencia, sino desde la escucha.
    Una rutina propia empieza cuando sustituimos el “debería” por el “quiero”, el “necesito” o incluso el “puedo por ahora”.

    Buscar tu rutina no es rendirse. Es elegirte.

    Significa observarte con honestidad y preguntarte:

    • ¿Qué necesito yo?
    • ¿Qué me ayuda a sentirme en equilibrio?
    • ¿Qué actividades me recargan y cuáles me drenan?
    • ¿Qué hábitos quiero mantener porque me hacen bien, y cuáles repito solo por presión externa?

    ¿Te reconoces en alguna de estas señales?

    • ¿Estoy copiando una rutina sin cuestionarme si se adapta a mí?
    • ¿Me culpo cada vez que no la cumplo al pie de la letra?
    • ¿Estoy sobrecargado/a de “deberías” que no me dejan descansar?
    • ¿Me siento ansioso/a cuando no hago todo lo que me propuse, incluso si estoy agotado/a?
    • ¿Estoy haciendo cosas solo porque suenan saludables o exitosas, pero en realidad no me conectan conmigo?

    Estas preguntas no están para juzgarte, sino para ayudarte a ver si estás repitiendo fórmulas que no te pertenecen. Porque muchas veces creemos que “fallamos” en la rutina, cuando en realidad es la rutina la que está fallando en adaptarse a ti.

    Flexibilidad y temporadas: tu rutina también cambia

    Una de las ideas más dañinas sobre las rutinas es que deben ser fijas, constantes e invariables. Pero tú no eres la misma persona todos los días.
    Hay temporadas donde tienes más energía, otras donde necesitas más descanso. Hay momentos de expansión y momentos de recogimiento. Tu rutina debe poder acompañar esos ciclos, no oponerse a ellos.
    Esto no significa vivir sin estructura, sino entender que una buena rutina es flexible, realista y amable contigo.
    Permítete adaptarla si estás en duelo, si has cambiado de trabajo, si tienes niños pequeños, si estás atravesando una crisis personal o incluso si simplemente estás más cansada.
    La constancia no es rigidez. Es compromiso contigo mismo, con tus valores y tu bienestar, aunque eso implique cambiar de rumbo cuando lo necesites.

    Acompañamiento psicológico para encontrar tu propio ritmo

    A veces, soltar la idea de “rutina milagrosa” no es fácil. Nos sentimos culpables si no cumplimos con lo que “deberíamos hacer”, y nos cuesta escucharnos con compasión. En estos casos, el acompañamiento psicológico puede ser un gran aliado.
    Una terapia enfocada en el bienestar y el desarrollo personal no busca imponerte nada. Al contrario: te ayuda a deshacer nudos internos, identificar creencias rígidas sobre la productividad o el éxito, y empezar a construir una forma de vivir que se parezca más a ti.
    En un espacio terapéutico puedes reencontrarte con tus verdaderas necesidades, aprender a regular tus emociones, y diseñar rutinas que te cuiden, te sostengan y te hagan sentir en casa. No para cumplir expectativas externas, sino para vivir desde un lugar más amable y auténtico.
    Porque no se trata de hacer más. Se trata de vivir mejor.
    No busques encajar. Busca habitarte.
    Porque cuando lo haces, todo empieza a encontrar su lugar: tus ritmos, tus necesidades, tus prioridades, incluso tus descansos.
    Y entonces, sin darte cuenta, dejas de tener una rutina “perfecta” y empiezas a tener una rutina propia.
    Y eso sí que es sostenibilidad emocional.

    Celebra tus logros.

    Es muy importante validar lo propio por encima de los estándares externos.
    Por más pequeños que te parezcan, especialmente si los comparas con los de otras personas (¡error común!), son importantes para ti.
    Tú sabes lo que te ha costado llegar hasta aquí.
    Tú conoces el esfuerzo detrás de levantarte cuando no tenías fuerzas, de preparar una comida sana un día que no tenías ganas, de salir a caminar, de apagar el móvil para descansar, de decir “no” cuando todo en ti quería complacer.

    No desmerezcas lo que sí estás haciendo.

    La rutina que hoy sostienes, aunque no sea perfecta, ni constante, ni digna de post en Instagram, es una rutina que te está ayudando a cuidar de ti.
    Y eso, en este mundo de prisas, exigencias y perfeccionismos, ya es muchísimo.

    Historias reales: cuando dejas de exigirte y empiezas a escucharte

    A veces, lo que más necesitamos no es que nos den otra fórmula perfecta, sino ver que es posible vivir sin fórmulas rígidas. Aquí van algunos ejemplos reales de personas que, al soltar la exigencia, encontraron una rutina más amable, auténtica y sostenible.

    Marta, 37 años, madre y trabajadora por cuenta propia

    “Durante años intenté seguir la rutina de las ‘mujeres exitosas’: despertarme a las 5, hacer yoga, journaling, desayuno saludable, meditación… Pero tengo dos hijos pequeños y trabajo desde casa. Cada mañana me sentía fracasada por no lograrlo. En terapia descubrí que mi rutina ideal empieza cuando consigo desayunar en paz, dar un paseo con el cochecito y tener una hora de foco por la tarde. Esa soy yo hoy. Y así me cuido.”

    Álvaro, 29 años, opositor

    “Quería seguir una rutina de estudio de 10 horas diarias como recomendaban en los foros. Pero me venía abajo cada semana. Sentía que no valía para esto. En sesiones aprendí que necesitaba pausas frecuentes, combinar estudio con ejercicio y dejar tardes libres una vez por semana. A partir de ahí, mi concentración y autoestima mejoraron. No estudio más horas, pero estudio mejor.”

    Carmen, 44 años, trabajadora en sanidad

    “Me apunté a un reto de hábitos en redes: beber 3 litros de agua, comer limpio, hacer 10 mil pasos, leer 20 minutos, etc. Aguanté dos semanas y luego me vine abajo. Pensé que el problema era mi falta de disciplina. En realidad, estaba exigiéndome más de lo que mi cuerpo y mi mente podían sostener en ese momento. Ahora mi rutina incluye estiramientos suaves, preparar la comida del día siguiente y media hora sin pantallas antes de dormir. Poco, pero mío.”

    Estos testimonios no son recetas, sino recordatorios de que:

    • Tú no estás mal por no poder con todo.
    • Quizás estás intentando sostener algo que no es para ti.
    • Tu rutina no tiene que ser perfecta, tiene que ser tuya.

     

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    Sandra Ribeiro

    Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

    Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

    Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

    Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

     

     

  • Para ti, adolescente que no quiere ir al psicólogo (y está bien sentirse así)

    Para ti, adolescente que no quiere ir al psicólogo (y está bien sentirse así)

    “Somos profesionales de la psicología, especializadas en las relaciones humanas.”

    Nuestros servicios

    El Centro de Psicología Sandra Ribeiro es un Centro Sanitario Autorizado por la Comunidad de Madrid con N.º CS19965, localizado en Majadahonda.

    Las psicólogas que colaboran con el Centro están especializadas en las más diversas problemáticas psicológicas, así como en asesoramiento y desarrollo personal.

    Ponemos a tu disposición servicios de terapia individual con adultos, niños, adolescentes, terapia de pareja y terapia familiar. Atendemos de forma presencial y online, en español, en inglés y en portugués. Todo ello, bajo una actitud de escucha, proximidad, ética profesional y total confidencialidad.

    Nuestro enfoque Sistémico, Humanista e Integrador nos permite apoyar nuestra intervención en la relación terapéutica bien estructurada, es decir, una relación humana basada en el respeto, la cercanía y la honestidad. Nuestra intervención terapéutica está basada en tratamientos de eficacia comprobada recogidos de las propuestas mundiales con credibilidad y evidencia científica.

    Terapias

    Terapia Adultos

    TERAPIA DE PAREJA

    TERAPIA FAMILIAR

    TERAPIA PARA ADOLESCENTES

    ¿Cómo trabajamos?

    Desde una actitud de escucha, proximidad, ética profesional y total confidencialidad, nuestras intervenciones buscan tratar cada caso con la individualidad que merece. Cada persona tiene unas necesidades diferentes, por ello, cada intervención estará adaptada para ayudar a esta persona en particular, respetando su tiempo.

    Tras la primera toma de contacto y ya en la primera sesión, empezamos una fase de evaluación en la que abordaremos tus necesidades, recogiendo datos que nos puedan ayudar a explorar el problema, saber cómo éste se manifiesta y cómo afecta a tu vida diaria. Toda la información recogida en esta fase nos ayudará a trazar, conjuntamente contigo, una línea en la que centraremos nuestra intervención y en la que podamos trabajar sobre los objetivos y las metas que deseas alcanzar y la mejor forma de conseguirlos. Por último, en la fase de seguimiento, evaluaremos los objetivos alcanzados y plantearemos estrategias para prevenir posibles recaídas.

    Es verdad que terapeuta y paciente caminaremos juntos durante todo el proceso terapéutico, pero eres tú quien tendrá un papel principal en este viaje.

    Un plan adaptado a ti

    Diseñamos tratamientos personalizados que se ajustan a tus necesidades y objetivos. Contigo, trazamos el camino hacia tu bienestar.

    Cerca de ti, presencial u online

    Te acompañamos donde estés, con la misma cercanía y calidad, ya sea en nuestras consultas o desde la comodidad de tu hogar.

    Profesionales especializados para cada necesidad

    Contamos con un equipo diverso y altamente cualificado, preparado para ofrecerte el apoyo que necesitas en cada etapa de tu vida.

    Nuestros pacientes nos avalan

    Cada historia de mejora y bienestar nos motiva a seguir creciendo. Sus testimonios son nuestra mayor recompensa.

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  • Guía para madres y padres desesperados: cuando tu adolescente no quiere ir al psicólogo

    Guía para madres y padres desesperados: cuando tu adolescente no quiere ir al psicólogo

    Es muy común que los adolescentes rechacen la idea de ir al psicólogo. No es por “llevar la contraria”, sino porque están en una etapa en la que proteger su independencia es clave. Además, puede que no comprendan del todo qué es una terapia, o tengan miedo de sentirse juzgados.

    Es importante que comprendas que esa resistencia es esperable y que desde su etapa de desarrollo y sus experiencias. Respira. No estás sola/o.

    ¿Por qué muchos adolescentes no quieren ir al psicólogo?

    Rechazar la terapia no significa que no la necesiten. A menudo, hay motivos profundos detrás de ese “no quiero ir”, aunque no siempre sepan expresarlos. Aquí algunos de los más frecuentes:

    • “No quiero que me vean como alguien con un problema”:: Tienen miedo de ser etiquetados, juzgados o tratados de forma distinta.
    • “No quiero contarle mis cosas a un/a desconocido/a”:: La confianza se construye con el tiempo. Al principio, puede sentirse incómodo o incluso amenazante.
    • “Me van a decir que lo estoy haciendo todo mal”::Algunos creen que ir al psicólogo es como estar en un interrogatorio o recibir órdenes.
    • “Si voy, mis padres se van a enterar de todo”::Temen perder su privacidad y ser traicionados, sobre todo si no entienden cómo funciona la confidencialidad (te la explicamos en otro apartado).
    • “Yo no necesito ayuda”: El orgullo, la negación del malestar o el deseo de ser autónomos les hacen resistirse, aunque por dentro estén sufriendo.
    • “Mi madre/padre es quien debería ir, no yo”:A veces sienten que su malestar tiene que ver con lo que pasa en casa, y no quieren cargar con toda la responsabilidad.
    • “No sé cómo hablar de lo que me pasa”: No tienen aún el lenguaje emocional o sienten que sus problemas “no son tan graves” como para merecer ayuda.

    Y en el fondo…

    Resistirse a la terapia puede ser una forma de protegerse. No significa que no necesiten hablar. Significa que necesitan sentir que pueden hacerlo en un lugar seguro, donde no serán juzgados, forzados ni tratados como un problema.

    Te ofrecemos algunas pautas que te pueden ayudar a ayudarlo/a:

    • Valida, en lugar de presionar.

    Evita frases como “¡Vas porque lo digo yo!” o “Te hace falta”. Aunque venga de una buena intención, este enfoque suele levantar más muros.

    Prueba con:

    “Sé que no te apetece, y lo entiendo. A veces también me cuesta pedir ayuda. Pero me preocupa cómo te sientes y quiero que tengas otro espacio, distinto a casa, donde puedas hablar si lo necesitas.”

    • Habla con honestidad emocional.

    Los adolescentes perciben cuando estamos actuando o imponiendo. Sé sincera/o:
    “Yo también estoy aprendiendo a manejar esto. No siempre sé cómo ayudarte y me siento perdida. Me haría sentir más tranquila saber que estás acompañado por alguien que sabe cómo escuchar y ayudarte.”

    • Ofrécele poder de decisión.

    En lugar de obligar, ofrece opciones:

    1. Proponer una única sesión “de prueba” sin compromiso.
    2. Mostrarle fotos o vídeos del terapeuta o del espacio.
    3. Preguntarle si quiere elegir el horario, si prefiere presencial u online.
    • No lo conviertas en un conflicto.

    Evita hablar del tema en momentos de tensión o delante de otras personas. Mantén conversaciones cortas, tranquilas y repetidas en el tiempo. A veces, la semilla necesita tiempo para germinar.

    • Cuida tu propio lenguaje emocional.

    Frases como “me estás volviendo loca” o “ya no sé qué hacer contigo” lo colocan como el problema. Mejor: “Estoy preocupada por ti, y quiero que podamos buscar soluciones juntos.”

    • A veces, empieza por ti.

    Hay momentos en que lo más útil es que seas tú quien acuda primero a terapia. Esto no solo te dará herramientas para manejar mejor la situación, sino que puede despertar en tu hijo/a la curiosidad: “¿Qué es eso que hace que mi madre esté más tranquila últimamente?”

    Para padres y madres: sobre la confidencialidad en la terapia con adolescentes

    Una de las razones por las que muchos adolescentes se resisten a ir a terapia es el miedo a que todo lo que digan sea contado luego a sus padres. Es importante que sepan que eso no va a ocurrir, y que tú también estés informada/o.

    ¿Qué significa la confidencialidad terapéutica?

    Todo lo que tu hijo/a comparta con su psicóloga quedará entre ellos, salvo que se dé alguna situación excepcional en la que esté en riesgo su vida o la de otras personas.
    Por ejemplo:

    • Riesgo grave de autolesión o suicidio.
    • Riesgo grave de agresión a otros.
    • Situaciones de abuso o desprotección.

    ¿Y tú, como madre/padre, qué puedes saber?

    Podrás tener contacto con la psicóloga para compartir tu visión y preocupaciones, y podrás recibir orientación general si se considera útil para el proceso. Pero no tendrás acceso al contenido específico de las sesiones. Esto no es por excluirte, sino porque proteger ese espacio confidencial es esencial para que tu hijo/a confíe y se abra con libertad.

    ¿Y si tu hijo/a pudiera leer algo escrito solo para él/ella?

    A veces, lo que no pueden escuchar de nosotros, sí lo pueden leer a su manera. En la segunda parte de esta guía, hablamos directamente con adolescentes que no quieren ir al psicólogo, sin presionar, sin juzgar. Te invitamos a compartirlo con tu hijo/a, si sientes que puede ayudar.

    Lee la continuación: “Para ti, adolescente que no quiere ir al psicólogo (y está bien sentirse así)”

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    Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

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  • Guía para madres y padres desesperados: cuando tu adolescente no quiere ir al psicólogo

    Guía para madres y padres desesperados: cuando tu adolescente no quiere ir al psicólogo

    Es muy común que los adolescentes rechacen la idea de ir al psicólogo. No es por “llevar la contraria”, sino porque están en una etapa en la que proteger su independencia es clave. Además, puede que no comprendan del todo qué es una terapia, o tengan miedo de sentirse juzgados.

    Es importante que comprendas que esa resistencia es esperable y que desde su etapa de desarrollo y sus experiencias. Respira. No estás sola/o.

    ¿Por qué muchos adolescentes no quieren ir al psicólogo?

    Rechazar la terapia no significa que no la necesiten. A menudo, hay motivos profundos detrás de ese “no quiero ir”, aunque no siempre sepan expresarlos. Aquí algunos de los más frecuentes:

    • “No quiero que me vean como alguien con un problema”:: Tienen miedo de ser etiquetados, juzgados o tratados de forma distinta.
    • “No quiero contarle mis cosas a un/a desconocido/a”:: La confianza se construye con el tiempo. Al principio, puede sentirse incómodo o incluso amenazante.
    • “Me van a decir que lo estoy haciendo todo mal”::Algunos creen que ir al psicólogo es como estar en un interrogatorio o recibir órdenes.
    • “Si voy, mis padres se van a enterar de todo”::Temen perder su privacidad y ser traicionados, sobre todo si no entienden cómo funciona la confidencialidad (te la explicamos en otro apartado).
    • “Yo no necesito ayuda”: El orgullo, la negación del malestar o el deseo de ser autónomos les hacen resistirse, aunque por dentro estén sufriendo.
    • “Mi madre/padre es quien debería ir, no yo”:A veces sienten que su malestar tiene que ver con lo que pasa en casa, y no quieren cargar con toda la responsabilidad.
    • “No sé cómo hablar de lo que me pasa”: No tienen aún el lenguaje emocional o sienten que sus problemas “no son tan graves” como para merecer ayuda.

    Y en el fondo…

    Resistirse a la terapia puede ser una forma de protegerse. No significa que no necesiten hablar. Significa que necesitan sentir que pueden hacerlo en un lugar seguro, donde no serán juzgados, forzados ni tratados como un problema.

    Te ofrecemos algunas pautas que te pueden ayudar a ayudarlo/a:

    • Valida, en lugar de presionar.

    Evita frases como “¡Vas porque lo digo yo!” o “Te hace falta”. Aunque venga de una buena intención, este enfoque suele levantar más muros.

    Prueba con:

    “Sé que no te apetece, y lo entiendo. A veces también me cuesta pedir ayuda. Pero me preocupa cómo te sientes y quiero que tengas otro espacio, distinto a casa, donde puedas hablar si lo necesitas.”

    • Habla con honestidad emocional.

    Los adolescentes perciben cuando estamos actuando o imponiendo. Sé sincera/o:
    “Yo también estoy aprendiendo a manejar esto. No siempre sé cómo ayudarte y me siento perdida. Me haría sentir más tranquila saber que estás acompañado por alguien que sabe cómo escuchar y ayudarte.”

    • Ofrécele poder de decisión.

    En lugar de obligar, ofrece opciones:

    1. Proponer una única sesión “de prueba” sin compromiso.
    2. Mostrarle fotos o vídeos del terapeuta o del espacio.
    3. Preguntarle si quiere elegir el horario, si prefiere presencial u online.
    • No lo conviertas en un conflicto.

    Evita hablar del tema en momentos de tensión o delante de otras personas. Mantén conversaciones cortas, tranquilas y repetidas en el tiempo. A veces, la semilla necesita tiempo para germinar.

    • Cuida tu propio lenguaje emocional.

    Frases como “me estás volviendo loca” o “ya no sé qué hacer contigo” lo colocan como el problema. Mejor: “Estoy preocupada por ti, y quiero que podamos buscar soluciones juntos.”

    • A veces, empieza por ti.

    Hay momentos en que lo más útil es que seas tú quien acuda primero a terapia. Esto no solo te dará herramientas para manejar mejor la situación, sino que puede despertar en tu hijo/a la curiosidad: “¿Qué es eso que hace que mi madre esté más tranquila últimamente?”

    Para padres y madres: sobre la confidencialidad en la terapia con adolescentes

    Una de las razones por las que muchos adolescentes se resisten a ir a terapia es el miedo a que todo lo que digan sea contado luego a sus padres. Es importante que sepan que eso no va a ocurrir, y que tú también estés informada/o.

    ¿Qué significa la confidencialidad terapéutica?

    Todo lo que tu hijo/a comparta con su psicóloga quedará entre ellos, salvo que se dé alguna situación excepcional en la que esté en riesgo su vida o la de otras personas.
    Por ejemplo:

    • Riesgo grave de autolesión o suicidio.
    • Riesgo grave de agresión a otros.
    • Situaciones de abuso o desprotección.

    ¿Y tú, como madre/padre, qué puedes saber?

    Podrás tener contacto con la psicóloga para compartir tu visión y preocupaciones, y podrás recibir orientación general si se considera útil para el proceso. Pero no tendrás acceso al contenido específico de las sesiones. Esto no es por excluirte, sino porque proteger ese espacio confidencial es esencial para que tu hijo/a confíe y se abra con libertad.

    ¿Y si tu hijo/a pudiera leer algo escrito solo para él/ella?

    A veces, lo que no pueden escuchar de nosotros, sí lo pueden leer a su manera. En la segunda parte de esta guía, hablamos directamente con adolescentes que no quieren ir al psicólogo, sin presionar, sin juzgar. Te invitamos a compartirlo con tu hijo/a, si sientes que puede ayudar.

    Lee la continuación: “Para ti, adolescente que no quiere ir al psicólogo (y está bien sentirse así)”

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  • Asesoramiento psicológico: cuando no estás mal,  pero quieres estar mejor

    Asesoramiento psicológico: cuando no estás mal, pero quieres estar mejor

    ¿Terapia o asesoramiento psicológico? Así diferenciamos en nuestro centro:

    Cuando pensamos en acudir a un psicólogo o psicóloga, muchas veces lo asociamos con “tener un problema”. Sin embargo, la psicología no solo está al servicio del sufrimiento, también puede acompañar procesos de desarrollo personal, toma de decisiones, búsqueda de sentido o mejora del bienestar general. En este contexto, es importante distinguir entre asesoramiento psicológico y terapia psicológica. Aunque comparten herramientas y enfoque profesional, tienen objetivos y marcos distintos. No se trata de categorías excluyentes, pero sí responden a necesidades
    diferentes.

    ¿Qué es el asesoramiento psicológico?

    El asesoramiento psicológico es un espacio que puede ser breve y suele estar focalizado y orientado a temas concretos. Se trata de un proceso flexible, que puede constar de una o varias sesiones, según el motivo de consulta. No parte necesariamente de un diagnóstico ni de la presencia de un trastorno, sino del deseo de mejorar, crecer y/o tomar decisiones con mayor claridad. Algunas personas acuden al asesoramiento para:

    • Resolver una duda puntual o afrontar una situación concreta (por ejemplo, un cambio de trabajo, una elección académica o una dificultad con la crianza).
    • Potenciar habilidades personales y/o profesionales.
    • Reflexionar sobre su estilo de comunicación, liderazgo, gestión emocional o relaciones.
    • Buscar orientación para prevenir dificultades antes de que se cronifiquen.

    A diferencia del coaching, que muchas veces carece de respaldo clínico y formativo riguroso, el asesoramiento psicológico está a cargo de profesionales de la psicología con formación universitaria y experiencia clínica, lo que garantiza un marco ético, científico y centrado en la persona.

    ¿Y la terapia psicológica?

    La terapia psicológica implica un proceso más profundo y sostenido en el tiempo. Suele estar orientada a trabajar sobre un malestar emocional o mental que interfiere en la vida cotidiana, como ansiedad, depresión, trauma, conflictos relacionales, duelos no elaborados, trastornos en general, … El objetivo es comprender las raíces del sufrimiento, acompañar el proceso de elaboración y promover cambios significativos y duraderos.
    La terapia psicológica implica una evaluación clínica más exhaustiva y un compromiso más continuado, donde se establecen objetivos terapéuticos personalizados y se trabaja desde un enfoque integrador, según las necesidades de la persona.

    ¿En qué casos puede ser útil el asesoramiento psicológico?

    El asesoramiento psicológico es especialmente útil cuando hay una pregunta clara, una inquietud puntual o un deseo de mejora en algún área de la vida. Algunos ejemplos:

    • Una persona que necesita tomar una decisión importante: un cambio de carrera, una mudanza, una ruptura, o elegir un camino académico. El asesoramiento le permite explorar sus opciones, revisar sus miedos y valores, y tomar decisiones más conscientes.
    • Un empresario o líder de equipo que quiere mejorar su comunicación, su manejo de conflictos o su forma de liderar. Puede trabajar en cómo dar feedback, cómo sostener equipos en momentos de crisis o cómo compatibilizar el liderazgo con su bienestar personal.
    • Un artista (actor, cantante, músico, bailarín, escritor, etc.) que atraviesa un momento de bloqueo creativo, inseguridad escénica o presión por el rendimiento. El asesoramiento psicológico ofrece herramientas para gestionar emociones, recuperar el foco y reconectar con el sentido de su trabajo.
    • Una madre o padre que se siente sobrepasado o con dudas respecto a la crianza. Sin que haya una patología, puede necesitar un espacio para reflexionar sobre su rol, sus recursos y sus necesidades.
    • Una persona que quiere mejorar su bienestar general, su autoconocimiento o sus relaciones. A veces no hay una crisis, pero sí una necesidad de pausa, revisión y crecimiento.

    ¿Cuál necesito?

    No es necesario “estar mal” para acudir a una psicóloga. A veces, lo que necesitamos es un espacio de escucha profesional para ordenar ideas, revisar decisiones o conectar con nuestra autenticidad. Otras veces, el malestar sí requiere una intervención más profunda y constante.
    Muchas veces, no es evidente qué tipo de acompañamiento se necesita. En cualquier caso, una primera sesión con nuestras psicólogas puede ayudarte a saber qué tipo de acompañamiento es el más adecuado para ti en este momento, un asesoramiento puntual o un proceso terapéutico.
    Lo importante es saber que no es necesario tener un trastorno para acudir a una psicóloga. También se puede acudir para vivir mejor, decidir mejor, expresarse mejor o liderar mejor. La psicología no solo repara; también potencia, acompaña, construye.

    Estamos aquí para ayudarte.

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  • Volver a ti: sanar la herida del autoabandono

    Volver a ti: sanar la herida del autoabandono

    Muchas personas llevan vidas aparentemente normales: trabajan, cuidan de otros, sonríen en fotos. Pero en silencio, sienten que algo está desconectado. No saben cómo ponerle nombre a esa sensación de vacío, a esa dificultad para sentir, para estar presentes o para cuidarse de verdad.
    A esto, desde la psicología, lo llamamos disociación interna.

    1. ¿Qué es la disociación interna?

    No se trata de “perder la cabeza” ni de olvidar quién eres, como a veces muestran las películas. Disociarse internamente es, en realidad, una estrategia de supervivencia emocional. Es separarte de lo que duele, dividirte en capas para seguir funcionando. Es hacer por fuera, mientras algo en ti se desconecta por dentro. Es posible que en la infancia aprendieras que mostrar emociones no era seguro. O que fuiste el adulto responsable en una casa caótica. Que aprendiste a “seguir adelante” sin que nadie preguntara cómo estabas.

    2. Signos comunes de disociación interna

    • Haces mucho, pero te cuesta sentir.
    • Eres eficiente, pero no te cuidas.
    • Escuchas a los demás, pero no sabes qué necesitas tú.
    • Te ves desde fuera, como si vivieras una vida que no te pertenece del todo.
    • Te cuesta llorar, descansar o pedir ayuda.
    • Sientes que algo falta, pero no sabes qué es.

    Te dejaste para después… y ese después nunca llega.

    3. ¿Por qué ocurre?

    La disociación no es una debilidad, es un recurso. Es lo que el cuerpo y la mente hacen cuando estar presentes duele demasiado. Se aprende cuando, por ejemplo:

    • Había que ser fuerte para no preocupar a nadie.
    • El afecto venía acompañado de exigencias.
    • Se invalidaban tus emociones: “No llores”, “No fue para tanto”, “Tú puedes sola”.

    4. Las consecuencias a largo plazo

    Esta forma de estar en el mundo puede hacerte sentir vacío, desconectado de ti mismo. Puede dificultar las relaciones, hacerte sentir solo incluso estando acompañado, o llevarte a exigirte siempre más sin disfrutar de lo logrado. A veces, incluso el cuerpo empieza a hablar: insomnio, ansiedad, síntomas físicos sin causa médica clara.

    5. El camino de vuelta

    Sanar la disociación no es forzar la emoción, sino crear un espacio seguro para que vuelva a aparecer.

    • Acompañamiento terapéutico.
    • Escuchar las necesidades del cuerpo: descanso, movimiento, nutrición.
    • Practicar la presencia: momentos de silencio, contacto con la naturaleza, arte.
    • Reaprender a sentir sin culpa. No se trata de “dejar de funcionar”, sino de volver a habitarte, de construir una vida donde también tú estés presente.

    Si alguna vez sentiste que todo está bien, pero tú no lo estás… no estás solo. Nombrarlo ya es empezar a cuidarte. Porque vivir por fuera no basta: mereces también estar en casa por dentro.

    Cómo sanar la herida que generó el autoabandono

    No se trata de hacer más. Ni de convertirte en una versión perfecta de ti. Se trata de volver a ti.
    Cuando hablamos de autoabandono, hablamos de una herida profunda: la de haberte sentido sola en momentos en los que necesitabas cuidado, presencia, sostén. Aprendiste a sobrevivir desconectándote de tus necesidades básicas: descansar, alimentarte bien, moverte, disfrutar. Quizás fuiste la niña o el niño que se hizo adulta/o demasiado pronto, que aprendió a no molestar, a no necesitar, a no ser carga. Y ahora, en la adultez, sigues funcionando. Trabajas, resuelves, sostienes a otros. Pero tú, ¿dónde estás?

    • Sanar esa herida no es hacer dieta, ir al gimnasio o practicar mindfulness porque “hay que hacerlo”.
    • No es ser perfecta ni tener una vida basada en logros, es hacer un trabajo profundo de conexión.
    • Es algo más profundo: es permitirte volver a habitarte.
    • Es empezar a preguntarte: ¿qué necesito yo hoy?
    • Es dar espacio al cuerpo que has ignorado tanto tiempo.
    • Es descansar sin culpa. Comer sin castigo. Moverte por placer, no por exigencia.
    • Es dejar de mirarte con los ojos de quienes no supieron verte.

    Sanar es un acto de presencia. Y de paciencia.
    No se trata de logros, sino de vínculo contigo.

    No hay un destino final, pero sí un camino de regreso: cada vez que te eliges, aunque sea un poquito, estás sanando.

    ¿Cómo empiezo a sanar el autoabandono en mi día a día?

    Sanar no es algo que se logra de golpe, sino a través de pequeños actos de amor propio sostenidos en el tiempo. Aquí van algunos ejemplos sencillos, pero profundamente transformadores:

    • Descansar cuando estás cansada/o, no solo cuando “ya no puedes más”: Pon límites. Apaga el ordenador antes. Tómate un día sin hacer nada “productivo”.
    • Comer con presencia: No es hacer dieta, es sentarte sin pantallas, saborear, preguntarte qué te apetece y cómo te cae lo que comes.
    • Mover tu cuerpo desde el placer, no desde la culpa: Caminar, bailar, estirarte al despertar. Movimiento suave que te recuerde que estás viva.
    • Decirte cosas amables: Observa tu diálogo interno: ¿te hablas como te hablarías si fueras tu mejor amiga/o?
    • Cuidar tu entorno: Ordenar un rincón, encender una vela, poner una canción que te conecte. Tu espacio también habla de tu vínculo contigo.
    • Tomarte en serio cuando algo duele: No minimizar lo que sientes. No justificar lo que te daña.

    ¿Cómo te acompañamos en terapia?

    El trabajo terapéutico no es una corrección de lo que haces mal, sino un acompañamiento amoroso para que te reencuentres contigo.
    En terapia te ayudamos a:

    • Reconocer el origen de tu autoabandono. Entender por qué te desconectaste, cuándo aprendiste que no podías necesitar, sentir o descansar.
    • Construir un espacio seguro para volver a sentir. Empezar a habitarte sin juicio.
    • Revisar tus creencias. Dejar de vivir desde el “deber” constante para dar lugar al deseo, al permiso, al cuidado.
    • Acompañarte en el proceso de cambio. No estás sola: estás acompañada en el camino de volver a ti.

    Volver a ti no es egoísmo, es sanación.

    Tu vida no necesita más logros.
    Necesita más presencia, más ternura, más verdad

     

    Estamos aquí para ayudarte.

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    Sandra Ribeiro

    Psicóloga General Sanitaria (M-34885)

    Profesora del Dpto. de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UNED

    Profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Villanueva

    Responsable de formación y supervisora de casos clínicos en el Servicio de Psicología Aplicada (SPA) de la UNED

     

     

  • Volver a ti: sanar la herida del autoabandono

    Volver a ti: sanar la herida del autoabandono

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    El Centro de Psicología Sandra Ribeiro es un Centro Sanitario Autorizado por la Comunidad de Madrid con N.º CS19965, localizado en Majadahonda.

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    Ponemos a tu disposición servicios de terapia individual con adultos, niños, adolescentes, terapia de pareja y terapia familiar. Atendemos de forma presencial y online, en español, en inglés y en portugués. Todo ello, bajo una actitud de escucha, proximidad, ética profesional y total confidencialidad.

    Nuestro enfoque Sistémico, Humanista e Integrador nos permite apoyar nuestra intervención en la relación terapéutica bien estructurada, es decir, una relación humana basada en el respeto, la cercanía y la honestidad. Nuestra intervención terapéutica está basada en tratamientos de eficacia comprobada recogidos de las propuestas mundiales con credibilidad y evidencia científica.

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    Tras la primera toma de contacto y ya en la primera sesión, empezamos una fase de evaluación en la que abordaremos tus necesidades, recogiendo datos que nos puedan ayudar a explorar el problema, saber cómo éste se manifiesta y cómo afecta a tu vida diaria. Toda la información recogida en esta fase nos ayudará a trazar, conjuntamente contigo, una línea en la que centraremos nuestra intervención y en la que podamos trabajar sobre los objetivos y las metas que deseas alcanzar y la mejor forma de conseguirlos. Por último, en la fase de seguimiento, evaluaremos los objetivos alcanzados y plantearemos estrategias para prevenir posibles recaídas.

    Es verdad que terapeuta y paciente caminaremos juntos durante todo el proceso terapéutico, pero eres tú quien tendrá un papel principal en este viaje.

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  • La herida del abandono: cuando el vacío emocional domina tu vida

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  • Cuando tu peor enemigo eres tú: el dolor del diálogo interno destructivo

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